Con solo tres años, perdió manos y pies a causa del meningococo. Hoy camina, sonríe y habla de tecnología, superación y futuro. Su historia ha unido a médicos, ingenieros y estudiantes de toda Asturias
Hace apenas unos meses, una meningitis fulminante obligó a los médicos del Hospital de La Paz, en Madrid, a tomar una decisión devastadora: amputar manos y pies a Mael, un niño gijonés de tres años que había contraído una sepsis por meningococo. Fue un golpe durísimo para su familia, pero también el inicio de una historia que, desde entonces, no ha dejado de inspirar. Cuatro meses después, Mael ya camina erguido con sus prótesis ortopédicas. El pequeño se ha convertido en un símbolo de fuerza y optimismo. En sus redes, comparte sus avances con naturalidad y humor, celebrando cada paso como una victoria.
Hace apenas unos días participó en un evento de la Fundación Princesa de Asturias, donde conoció a Hugh Herr, el reconocido científico del MIT y pionero de la tecnología biónica. “Le di la mano y juntos hicimos el clásico puño y explota”, escriben los padres de Mael en redes, “Hugh me enseñó que las personas no estamos limitadas, lo que a veces está limitado es la tecnología… y eso se puede cambiar”. Un mensaje que resume el espíritu de una familia que ha conmovido a toda Asturias. “Los seres humanos no somos discapacitados. Una persona no está rota. Lo que realmente está mal es el entorno que hemos creado y la tecnología que usamos”, publicaban en otro post hace unos días.
Esa fe en el progreso y la innovación también se ha hecho tangible gracias al Medialab de la Universidad de Oviedo y a la Escuela Politécnica de Ingeniería de Gijón, donde equipos de ingenieros y voluntarios colaboran en el diseño de prótesis y utensilios personalizados. Y desde Oviedo ha llegado también otra oleada de apoyo. El alumnado del Grado en Terapia Ocupacional de la Facultad Padre Ossó —centro adscrito a la Universidad de Oviedo— ha creado productos de apoyo adaptados a sus necesidades: objetos sencillos, algunos fabricados con impresoras 3D, que le ayudan en gestos cotidianos como comer, escribir o jugar.
“Es muy emocionante ver cómo desde la universidad se implican en crear materiales pensando en las necesidades reales de Mael. Detrás de cada textura y cada objeto hay cariño, empatía y vocación por mejorar la vida de los demás, y eso se nota. Nos parece una iniciativa preciosa y muy valiosa. Ver cómo los futuros terapeutas ocupacionales aprenden creando materiales reales para niños como Mael es una forma maravillosa de unir la formación universitaria con la vida y las personas. Recibir estos materiales hechos con tanta dedicación es un regalo. No solo ayudan a Mael en su desarrollo, sino que también muestran la humanidad y compromiso de quienes están formándose para mejorar el mundo», cuentan Pablo y Nerea, los padres del pequeño.
Por su parte, la coordinadora del grado, Estíbaliz Jiménez Arberas, destaca que la experiencia ha sido “profundamente humana». «El alumnado ha aprendido que la terapia ocupacional es mucho más que teoría. Es acompañar, crear, transformar vidas”. Mientras tanto, Mael sigue avanzando. Entre sesiones de rehabilitación en el HUCA, encuentros con científicos y visitas a laboratorios, continúa descubriendo el mundo con una energía que parece inagotable. Lo hace con humor —“mis prótesis molan más”, bromean sus padres en redes—, con esperanza y con una lección que desarma a cualquiera: la verdadera discapacidad no está en el cuerpo, sino en rendirse.
