La Peseta Teatro estrenará el 11 de enero en el Jovellanos un montaje que profundiza en el filicidio más conocido de las letras helenas, adaptando el original de Eurípides desde un enfoque actual
No es infrecuente que la genialidad y el dolor paseen de la mano por el vasto sendero de la creatividad cultural. Con ‘Medea’, el genial poeta trágico griego Eurípides ofreció una lección magistral de ello. Su desgarradora tragedia centrada en el personaje mitológico que da nombre al texto, esposa de Jasón y asesina de sus propios hijos en venganza por el deseo de su marido de casarse con otra mujer, es considerada hoy, pese a su complejidad, no sólo una pieza maestra de las letras helenas; también una de las obras emocionalmente más duras de cuantas el verbo antiguo legó a la Humanidad. Su puesta en escena es, pues, todo un reto. El mismo que la compañía de artes escénicas amateur La Peseta Teatro ha decidido aceptar. El resultado es ‘Mi nombre es Medea’, una revisión de aquel clásico desde la comprensión hacia su protagonista, y que se estrenará el próximo 11 de enero, a las 20.30 horas, en el Teatro Jovellanos. Las entradas pueden adquirirse aquí.
Tan oscuro, lacerante y emocionalmente desafiante como magistral en su concepción, el libreto de Eurípides ha requerido de todo el talento de esta agrupación, nacida en Gijón en 2000 del embrión de los cursos de teatro de la Universidad Popular. Por fortuna, esa solera y su buen hacer han dado a sus ocho integrantes, dirigidos por Cristina Bravo, tablas más que suficientes como para trabajar con soltura sobre el original, aunque no sin un impacto personal. En ausencia de un local más adecuado, los ensayos se han sucedido, y aún lo hacen, en la sede de la Asociación Vecinal ‘Evaristo San Miguel’ del Polígono, y durante ellos «ha habido momentos complicados; hemos llorado mucho. Es una tragedia descomunal, que lleva a los actores al límite, porque pedirles que asuman un papel que requiere matar a tus propios hijos…». Así lo recuerda Manuel Cañete, encargado del apartado técnico; incluso a él, pese a no estar en escena, «hubo días en que me costaba encender las luces».
No obstante, el resultado, afirman, merece la pena. El montaje mantiene la esencia del original de Eurípides, cierto, pero también ofrece un análisis del drama desde un segundo enfoque, coexistente con el de la repulsa: el de la comprensión. «Siempre hay que tener en cuenta esa doble visión que existe en cada uno de los sucesos, más allá del hecho en sí, que es deleznable», acota Cañete. Máxime a tenor del momento histórico, un contexto que, opina, no se puede dejar de lado. Él, como Bravo y el resto del equipo, son plenamente conscientes de que tal abordaje puede dar pie a interpretaciones encontradas. Sin embargo, ahí radica, precisamente, otra de las grandes metas que se proponen rebasar con ‘Mi nombre es Medea’: alimentar un debate profundo, más allá del placer estético del teatro.
A la espera de que crítica y público se pronuncien sobre la calidad del resultado, nadie cierra las puertas a que pueda llegar a caer algún premio. Ya sucedió con el proyecto anterior de La Peseta Teatro, ‘Persona, yo y nosotros al mismo tiempo’, reconocido como Mejor Obra en el XVIII Festival Villa de Carrizo, el más reciente de una extensa relación de reconocimientos cosechados a lo largo de los años, y que incluye cinco Premios ‘Juan Mayorga’ y varios Nacionales de Teatro. Pero también confían en que el posible éxito contribuya a que el Ayuntamiento de Gijón, y las Administraciones en general, abran los ojos al potencial del talento cultural amateur, y le brinden más y mejores recursos. «En Gijón ahora celebramos que vaya a venir Scorpions, pero hay cientos de iniciativas meritorias, que tienen mucho que aportar», concluye Cañete. «Queremos que se promocione la cultura de verdad, no sólo los macroconciertos».