
«Las razones para reformar la calle son evidentes: es una vía muy transitada, en una zona clave de la ciudad, pero que no cumple con los mínimos de habitabilidad urbana que cabría exigir en pleno siglo XXI»

Si han tenido la oportunidad de transitar por Munuza, ya sea recorriéndola o cruzando transversalmente, se habrán dado cuenta, como peatón o peatona, que la calle no puede ser más hostil. Aceras estrechísimas e inclinadas hacía la carretera, farolas y mobiliario que dejan todavía menos espacio, esquinas que no pueden ser peor resueltas, suciedad, ruido, etc. En definitiva, una calle que aún conserva las aceras de principios del siglo XX, pero que soporta las exigencias del tráfico del XXI. Un espacio céntrico, con un elevado tránsito peatonal, al que se le pide mucho más de lo que puede ofrecer.
Se trata de una calle clave para el tránsito a pie en el corazón de la ciudad. Conecta zonas de gran afluencia como el Parchís, el paseo de Begoña o Corrida, con otras donde acudir en coche tiene poco sentido porque o son directamente peatonales o apenas hay dónde circular o parar, y la única razón para hacerlo suele ser la búsqueda desesperada de un aparcamiento o dar la vueltas hacía algún lado por la zona. Desde el punto de vista del tráfico motorizado, también se considera un eje de conexión entre el Muro, Uría o San Bernardo y la plaza del Carmen o la fachada marítima de Poniente. Pero como veremos a lo largo del artículo, esa importancia es más teórica que real y tenemos pruebas que lo demuestran.
La reforma es necesaria
Las razones para reformar Munuza son evidentes: es una vía muy transitada, en una zona clave de la ciudad, pero que no cumple con los mínimos de habitabilidad urbana que cabría exigir en pleno siglo XXI. Hay que recordar, además, que esta transformación no es ajena al gobierno municipal actual. Fue Foro Gijón quien en su momento impulsó la peatonalización del entorno, sentando las bases de una reconversión de la zona, cuya consolidación es más necesaria que nunca.
Años después, asentada la zona y siendo como es uno de los puntos más relevantes para la hostelería y el comercio local, es lógico que tarde o temprano rondará la idea de transformarla radicalmente. Además, se admita o no, incluso por el gobierno actual, el hábito y la mentalidad de la mayoría de los gijoneses está cambiando respecto a cómo se desplaza por toda la ciudad. Por mucho que las pataletas y los berrinches por defender que haya coches-por-todos-los-lados, hayan sido sonados, poco a poco la gente va siendo consciente de que no hace falta meter el vehículo hasta la puerta sin necesidad, y que usar el transporte público, la bici o andar, es lo lógico para aproximarse al centro, sin el inconveniente de la preocupación de aparcar o buscarle un hueco al coche, que no hay.

Las propuestas para reformar Munuza comenzaron ya con la anterior corporación municipal. De hecho, su intervención figura en el Plan de Movilidad y en su diagnóstico, lo que facilita al actual gobierno retomar el proyecto. Durante aquel mandato se pusieron en marcha experiencias como la peatonalización del Muro que, polémicas aparte, demostraron algo importante: lo que creemos esencial para el tráfico no siempre lo es para la circulación. La vía que ahora más aporta tráfico permaneció cerrada al paso de vehículos durante dos años y, como era previsible -por mucho que algunos insistan en lo contrario-, nadie murió ni la ciudad colapsó.
Las metáforas que comparan el tráfico con líquidos, invocando su «fluidez», ignoran un fenómeno clave: cuando se restringen las opciones o las vías se estrechan, el flujo puede atascarse al principio, pero con el tiempo se evapora. En otras palabras: si una vía se vuelve lenta, incómoda o ineficaz, se deja de usar. El resultado suele ser una reducción del tráfico innecesario y un aumento del uso de medios más sostenibles: transporte público, bicicleta o, simplemente, caminar. Y eso tiene efectos directos sobre la zona: mejora la calidad del aire, disminuye el ruido y aumenta la seguridad vial. Menos velocidad, menos atropellos y en general, más tranquilidad y mejora sustantiva de las condiciones medioambientales de la zona.
No hace falta probar nada
Lo sorprendente, por lo tanto, no es que haya consenso para reformar la calle, sino que ahora se supedita a “pruebas” para evaluar si es factible, cuando ya ha quedado sobradamente demostrado que lo es. Por un lado, se alegra uno de que la Concejalía de Movilidad recurra al urbanismo táctico -una herramienta útil para testar soluciones con medios que se puede revertir y consolidar si funcionan (¿recuerdan el Cascayu? Seguro que sí)—, pero por otro lado, sorprende el escaso conocimiento visual y cotidiano de lo que ocurre en esa calle y alrededores.
Insisto: ¿No fueron suficientes los dos años de cierre al tráfico en esa dirección en el Muro? ¿Ni las obras en las fachadas del Parchís y San Bernardo, que bloquearon primero un carril y luego el otro durante meses? ¿Tampoco el hecho de que el autobús deba circular casi rozando a los peatones, para no golpear con el retrovisor?Hay algo común a todos estos episodios que deberían bastar como indicios: nada grave sucedió. Y quien usa el coche con frecuencia ya tuvo tiempo de sobra para comprobar si le compensa o no, tomar esa vía. No hacen falta ensayos, hace falta hacer la obra desde hace mucho tiempo. Nunca es tarde, en este caso.
Replantear el centro, no solo una calle

En conclusión, esta reforma, tal y como se plantea, será sin duda una mejora para el tránsito peatonal. Pero si se queda ahí, no pasará de ser un simple parche. Gijón necesita algo más: un replanteamiento integral de su zona centro. Un plan ambicioso, valiente, que no se limite a arreglar calles sueltas, sino que transforme la ciudad en un verdadero referente medioambiental y de respeto hacia sus ciudadanos y ciudadanas que no van en coche a todas partes.
Porque, seamos claros: ¿qué sentido tiene mantener la plaza del Carmen como una rotonda de asfalto con hasta tres carriles? ¿Por qué Jovellanos sigue teniendo dos carriles mientras el patrimonio que la rodea se degrada por el paso constante de coches? ¿Y qué sentido tiene seguir atrayendo tráfico hacia esa zona desde el Muro, incluso planteando soterramientos absurdos?
La respuesta es simple: ninguno. Pero Gijón, hoy por hoy, parece funcionar por inercia. Las evidencias se aceptan tarde, por desgaste y acumulación, no por convicción ni por voluntad real de progreso. Por eso, adelante con esta reforma. Y con todas las que sean necesarias para que la ciudad avance en calidad medioambiental, de una vez por todas.
Ramón cómo siempre brillante análisis. El problema es el concejal o hooligan de movilidad que tenemos…
Además el principal diario de Gijón titula a así la noticia: «Mañana de atascos en Gijón en la segunda jornada de pruebas en el centro».
Me parece que vamos a tener que seguir caminando por la calzada cada vez que nos crucemos con un peatón en esa calle, y por supuesto sillas de ruedas y carricoches que no circulen.
Un análisis interesado, de un gran fan del cascayu y fan de Aurelio
¿Les imágenes que salen son inventos o es que Uds, además de persona no interesada o no fan del Cascayu y de Aurelio, además no ve bien ?