Los procesados, tres peruanos y un albanés, dos de ellos con formación militar, accedieron a la ‘caja de mar’ de un mercante en el puerto de Avilés para retirar el alijo, que ascendía a más de 72 kilos de cocaína
Submarinos caseros, aeronaves improvisadas, cargamentos ocultos en los rincones más insospechados del propio cuerpo… La tecnología y la imaginación se han convertido en las mejores aliadas de los narcotraficantes en su afán por esquivar a las autoridades y lograr llevar a los mercados del mundo sus ilícitos cargamentos. Y, en 2020, la ciudad de Avilés fue escenario de uno de tales despliegues, digno de una producción cinematográfica y protagonizado, nada menos, que por una red internacional perfectamente organizada de ‘narcobuzos’. A principios de ese año cuatro hombres, tres de origen peruano y uno albanés, dos de ellos adiestrados como buceadores militares, trataron de introducir a través del puerto de dicha localidad un cargamento de más de 72 kilos de cocaína que, previamente, habían ocultado en la ‘caja de mar’ de un buque mercante, y a la que intentaron acceder bajo el agua. Todos ellos fueron apresados, y el próximo 22 de noviembre se sentarán en el banquillo de los acusados de la Sección Segunda de la Audiencia Provincial para enfrentarse a condenas que, en bloque, suman cincuenta años de cárcel.
Según ha notificado la Fiscalía, la trama comenzó a fraguarse en los meses iniciales de 2020. Desde Perú, uno de los acusados inició las gestiones para ocultar dos bolsas de lona cargadas con sesenta paquetes de droga en la ‘caja de mar’ del carguero ‘Thomas C‘, un navío tipo bulk carrier, o transportador de graneles sólidos, que poco después navegaría desde Puerto Callao de Lima hasta Avilés, haciendo escala en el fondeadero de Balboa, en Panamá. La ‘caja de mar’ en cuestión, situada en el lado de estribor del buque, y a entre 35 y 45 pies de profundidad, forma parte del sistema de refrigeración de la embarcación, y es accesible desde el exterior, aunque necesariamente buceando. Paralelamente, otro de los procesados voló hasta Ámsterdam para, desde allí, trasladarse a París, primero, y a Cataluña, después. En ese último lugar se reunió con un tercero, y ambos comenzaron los preparativos para la recepción del cargamento. En ese sentido, reservaron una vivienda vacacional en Avilés, alquilaron dos vehículos y adquirieron todo el material preciso para la inmersión, desde sistemas de respiración y aletas, hasta piezas de lastre, cuchillos y trajes de neopreno.
Panamá y la Agencia Antidroga de Estados Unidos, sobre aviso
Por fin, el 5 de marzo todo el equipo se reunió en España, y cinco días después el ‘Thomas C’ atracó en Avilés. Sin embargo, para entonces tanto las autoridades panameñas, como la Agencia Antidroga de Estados Unidos (DEA), estaban ya al corriente de lo que los cuatro narcotraficantes planeaban. De hecho, agentes encubiertos llegaron a acceder a la ‘caja de mar’ del mercante, reemplazaron los paquetes de cocaína por otros repletos de una sustancia inocua y, no contentos con eso, introdujeron en las bolsas un localizador GPS. Por su parte, la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (UDyCO) de la Policía Nacional española dio con la vivienda alquilada, y la mantuvo bajo estrecha vigilancia.
Por fin, en la noche del 11 de marzo los cuatro presuntos delincuentes abandonaron el inmueble y pusieron rumbo a la playa de Zeluán, donde tres de ellos se apearon. Mientras uno de ellos permanecía en tierra para coordinar la operación, los dos restantes se equiparon con todo lo necesario y, a las dos de la madrugada, se zambulleron en las aguas de la ría de Avilés, bucearon hasta el barco y retiraron las bolsas de la ‘caja de mar’. Su júbilo por el éxito, no obstante, duró poco; de inmediato los uniformados convergieron sobre los tres sujetos, deteniéndolos y confiscando todo cuando llevaban consigo. El cuarto acusado, el mismo que había permanecido al volante del vehículo, fue sorprendido poco después cuando llegaba a la vivienda alquilada y, aunque trató de huir por carretera, hasta el punto de casi atropellar a un agente, tras una persecución a gran velocidad por la ciudad, en la que intervinieron hasta cinco coches patrulla, fue apresado en las cercanías del embalse de Trasona. Su captura, empero, no impidió que llegase a colisionar con uno de los vehículos de la Policía Nacional, al que causó daños por valor de 3.416,17 euros.
Las pesquisas posteriores determinaron que el alijo habría podido alcanzar un valor en el mercado de 2.560.537 euros, en el caso de que la venta se produjera por kilos, y de 4.459.694 euros, si se hubiera hecho por gramos. Además, a los detenidos se les requisaron teléfonos móviles, útiles de buceo y dinero, tanto en euros como en dólares estadounidenses. Por si no fuera poco, ninguno de ellos estaba en España en situación regular. En consecuencia, el Ministerio Fiscal pedirá para dos de ellos penas de quince años de prisión, y para los dos restantes, de diez. A mayores, cada uno deberá abonar multas por valor de 10.242.148 euros.