Del barrio del Carmen al ballet de Núremberg: el viaje de Nicolás Alcázar
«Aquí tenemos un conservatorio fantástico. Cuando se inauguró en el 2010, la gente no lo tomó lo suficientemente en serio»


Es cierto que ya se ha hecho mayor. Como diríamos aquí “ye un paisanu”. Lo que no sabemos es cómo lo llamarían en Núremberg, donde reside desde hace ya tres largos años, con pandemia incluida de por medio.
Estamos hablando del gijonés Nicolás Alcázar Sánchez, conocido familiarmente en el barrio del Carmen de Gijón, donde nació, por Nico “el bailarín”.
El 15 de noviembre del 2018 entró en el Staatstheater Nürnberg, para que los mortales nos entendamos, en el ballet de la ópera de la ciudad bávara, que no es “moco de pavo” teniendo en cuenta que tiene 21 años y está contratado indefinidamente como solista.
Pero sus inicios no fueron fáciles ni para él ni para sus padres José Ramón Alcázar y Mónica Sánchez. Hay mucho sacrificio y dinero detrás de esta carrera meteórica del joven Nico, que decidió desde muy temprana edad que lo que le gustaba más que nada en esta vida era llegar a ser un bailarín profesional. Su amor por la música clásica, el arte y la cultura en general siempre estuvo rondando en su alrededor familiar.
Su vida a pesar de su juventud es apasionante. ¿Cómo empezó todo?
Empecé bailando con Alejandra Tasis. Ella fue la que me preparó y motivó, al ver mis condiciones, para poder auditar y entrar a formar parte del Conservatorio de Música y Danza de aquí, que se acababa de inaugurar.
¿Con cuántos años?
Con diez años, aunque la edad permitida de aquella, para poder empezar eran los doce.
¿Recuerda a su primera profesora del Conservatorio?
¡Claro! Fue Ana Serna. Me enseñó disciplinas tanto de clásico como de contemporáneo.
Que es lo que baila ahora…
Exacto.

Sigamos si le parece bien.
Desde pequeño siempre que en casa se escuchaba música clásica yo bailaba, me encantaba ver vídeos de danza y ahí empecé a insistir en acudir a clases. La verdad es que me puse tan pesado que no tuvieron otro remedio que hacerme caso.
Así que desde un principio sus padres le apoyaron.
Yo creo que ellos pensaron que se me pasaría, que era un capricho. Con el tiempo se fueron dando cuenta de que me gustaba realmente. Desde luego he tenido la suerte que no han tenido muchos de mis compañeros. De hecho esta Nochebuena, uno de mis amigos, bailarín de la misma compañía que yo, tuvo la visita de su padre. Nunca lo había visto bailar.
Y en su caso es todo lo contrario.
Pues sí. Cuando me gradué con quince años, tenía que seguir adelante, lo que significaba irme a Madrid. Allí me acogieron unos familiares de mis primos, a los que estoy muy agradecido, para poder hacer el primer año de bachiller y poder perfeccionar mis técnicas de baile, porque siempre pensé que era mucho mejor para mi carrera.
¿Y dónde estuvo?
Gané una beca en un concurso en Torrelavega y me fui al Conservatorio Carmen Amaya. Estuve todo un año allí.
¿Después?
Seguí presentándome a concursos y gané otra beca, en esta ocasión para el Real Conservatorio Mariemma, donde seguí formándome y teniendo como profesora a África Guzmán, la que fuera bailarina del ballet de Nacho Duato. A la vez acabé segundo de bachiller.
¿Ya vivía solo?
Sí, ese año compartí piso con unos actores, lo que resultó de lo más interesante además de notar un cambio enorme en cuanto a mi disciplina de baile y también a nivel personal. En ese momento fue cuando me presenté a una prueba y me invitaron a estar una semana en el ballet de Núremberg, donde me hicieron una audición y donde me quedé ya contratado.
Y hasta ahora.
Exacto. Estas navidades estrenamos dos piezas que forman ‘Narrenschiff’, en español ‘La barca de los locos’ y que estará hasta marzo, más o menos. Son coreografías sobre la vida de María Magdalena. Una se llama ‘María’ y la segunda parte ‘Barco Bufón’.
Y que contó, si no me han informado mal, con la rusa Diana Vishneva, primera bailarina del Teatro Mariinski.
Eso es, creada y dirigida por el coreógrafo y bailarín madrileño Goyo Montero.
Cuéntenos su día a día.
Pues empiezo muy temprano. Los bailarines tenemos que calentar mucho para no tener lesiones, así que, aunque entramos a las diez de la mañana, ya tenemos que tener el cuerpo preparado. Después tenemos una hora y cuarto de training y otro calentamiento, digamos más técnico… de ahí hasta las seis de la tarde.
¡Estoy agotada Nico!
Es muy intenso en todos los sentidos. Hay que tenerlo todo muy atado, muy preparado física y mentalmente.
Y después a la cama, a desmayarse.
No, solemos hacer fiestas, aunque siempre en casa. No andamos por ahí, pero somos como una familia. Dese cuenta que tengo compañeros de todo el mundo. Todos estamos solos.

Ya eso debe de ser duro en muchas ocasiones ¿Pensó en algún momento que se había equivocado?
En estos últimos meses. Dudé pensando incluso que igual esta profesión no era lo que yo me había imaginado en un principio, pero al final, aquí estoy esperando volver a marchar para seguir creciendo.
Así que Nuremberg le tiene para rato.
Hasta que vea que he exprimido este ballet, sí.
Y… ¿qué más quiere contarnos?
Quiero aprovechar esta oportunidad para animar a todo el que quiera probar esta disciplina, que lo haga. Aquí tenemos un conservatorio fantástico. Cuando se inauguró en el 2010, la gente no lo tomó lo suficientemente en serio. Hoy en día gracias a Ana Serna a Nekane Sáez, a Cheché, a Susana, a Nieves… a las que quiero muchísimo, estoy donde estoy, y no solamente yo. Este conservatorio ha formado a muchos jóvenes que andamos por el mundo.
Pues diga que sí. Un chico de Gijón, bailarín y en lo más alto.