Investigadores del Hospital Santa Creu i Sant Pau de Barcelona confirman que no fue la pandemia propiamente dicha, sino el estrés generado por el confinamiento subsiguiente, la razón de ciertos cambios en los ciclos de millones de mujeres
Es una pregunta que lleva atenazando a millones de mujeres desde que, en el aparentemente lejano mes de diciembre de 2019, los primeros casos de coronavirus se detectaron en la localidad china de Wuhan: ¿fue aquel ‘bicho’ que tantas vidas se cobró el responsable de las variaciones menstruales sufridas por un buen número de ellas? La respuesta parece ser no… Aunque con con matices. Un nuevo estudio, en el que han participado investigadores del Hospital Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, ha concluido que la infección por COVID-19, su intensidad o duración no es la causa de que algunas mujeres tuvieran alteraciones en su ciclo menstrual durante el confinamiento… Pero sí lo fue el estrés y los cambios en el estado emocional, que influyeron significativamente en los trastornos menstruales durante el confinamiento.
Según concluye el documento, para la mayoría de las mujeres permanecer en casa durante aquellos meses de encierro «sumaba inconvenientes como tener que cuidar a los hijos las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana; gestionar las responsabilidades del hogar, compartir un espacio reducido con toda la familia, convivir con la pareja todo el día y tener que encajar el trabajo en línea». Al mismo tiempo, una menor proporción de la sociedad estaba involucrada en las llamadas ‘actividades esenciales’; la más significativa fue la prestación de atención médica, pero también el transporte público, la dispensación de productos farmacéuticos, el acceso a alimentos y artículos de salud esenciales en los supermercados… Para este subconjunto, la exposición al público implicó un mayor riesgo de contagio, lo que sumó el miedo de llevar la enfermedad al entorno familiar y contaminar a los seres queridos a la sobrecarga de trabajo. De hecho, algunos optaron por renunciar al contacto con sus familias.
La sobrecarga, prosigue el estudio, fue especialmente relevante entre los proveedores de atención médica que atienden a personas con COVID-19. Este grupo incluía médicos, enfermeras, personal de limpieza y transporte en el hospital o centro de medicina primaria, y cuidadores en hogares de ancianos. Más aún, para muchas personas, el proceso de confinamiento implicó la pérdida temporal o permanente del empleo o una disminución significativa de los ingresos. Todas estas circunstancias constituyen estresores relevantes que impactan negativamente en el bienestar psicológico de la población confinada y, como consecuencia, alteran el ciclo menstrual de las mujeres.
Una muestra de casi 5.000 mujeres españolas
Para aclarar la existencia de estos cambios menstruales y su importancia y características, los investigadores realizaron una encuesta online a mujeres menstruantes que vivieron diferentes situaciones durante el confinamiento por la COVID-19 en España. La muestra estuvo formada por féminas de entre 15 y 55 años que no habían contraído el virus, y recopiló información sobre las actividades durante el confinamiento, la actividad sexual, las percepciones del estado emocional, los cambios en las características menstruales y el impacto en la calidad de vida. Cabe detallar que el análisis de los cambios menstruales se limitó a las que respondieron no usaron anticonceptivos hormonales, lo que permitió que, en último término, un total de 6.449 mujeres respondiesen a la encuesta, y 4.989 encuestas fuesen declaradas válidas para el análisis final.
Con los resultados ya encima de la mesa, resultó que el 92,3% de las mujeres tuvo, al menos, una menstruación durante el confinamiento, mientras que el 7,7% sufrió amenorrea, o ausencia completa de ciclo menstrual. La calidad de vida (CV) asociada a la menstruación empeoró en el 19% de las mujeres, no cambió en el 71,7% y mejoró en el 1,6%. En el escalón siguiente, para el 50,1% de las mujeres la calidad de vida global empeoró durante el confinamiento; el 41,3% se mantuvo más o menos igual, y el 8,7% reportó una mejora. Respecto a la actividad sexual durante el confinamiento, disminuyó en el 49,8% de los encuestados, se mantuvo sin cambios en el 40,7% y aumentó en el 9,5%. En cuanto a los cambios menstruales, no hubo diferencias estadísticamente significativas en la incidencia de amenorrea, la regularidad del ciclo menstrual o la cantidad o duración del sangrado menstrual en usuarias de anticonceptivos no hormonales cuando se evaluaron por la duración y características del aislamiento, la percepción de exposición a la COVID-19 y la situación económica o laboral. Por el contrario, se encontraron diferencias estadísticamente significativas en función de la intensidad de los cambios en el estado emocional debidos a los estresores del confinamiento y a los cambios en la regularidad, duración y pesadez de la menstruación.