«Todo partido va a ser contado de distintas formas, pero los grandes momentos quedan inmortalizados por el recuerdo narrativo que nos transmiten los periodistas. La mayoría recordamos instantes reflejados por una voz determinada de radio o televisión, o artículos de muchos de los buenos periodistas rojiblancos que tuvimos y tenemos «
Desde siempre la escritura ha narrado hechos deportivos, como todo lo que acontece en la vida humana. En la propia ‘Odisea’, Homero relata los juegos de pelota en los que toman parte Nausícaa y sus criadas. La crónica deportiva es, pues, casi tan antigua como lo es la propia literatura y siempre ha alimentado espiritualmente a la tribu de aquellas hazañas de los suyos, relatadas de forma -más o menos- épica para mayor gloria de los héroes deportivos y de sus apasionados seguidores. Decía el entrenador sportinguista Bert Jacobs, al poco de llegar a Gijón, que ganar partidos sin jugar bien solo te daba puntos, pero que hacerlo jugando de forma bonita hacía que la gente te recordara durante años, te daba la gloria. De alguna forma, aunque al bueno de Jacobs le sirvió de poco (pese al buen juego de su Sporting, muy ofensivo y alegre, los puntos mandan y fue destituido a media temporada), tenía su parte de razón. Todo partido va a ser contado de distintas formas, pero los grandes momentos quedan inmortalizados por el recuerdo narrativo que nos transmiten los periodistas. Las mayoría recordamos instantes reflejados por una voz determinada de radio o televisión (¿quién de los nuestros podría borrar de su mente el “gol del Lugo”?), por alguna portada en prensa (inolvidable la de “fina orfebrería asturiana” que nos dedicó el Mundo Deportivo tras la victoria por 0 a 4 ante el todopoderoso Barça) o la forma y el fondo de alguna elaborada crónica o de ligeros artículos de muchos de los buenos periodistas “rojiblancos” que tuvimos y tenemos (por nombrar únicamente a dos que ya no están, desde el mítico Adeflor, que nos dejó inmortalizados míticos ascensos, al recientemente desaparecido Julio Puente y sus acertadas visiones de la realidad rojiblanca, siempre rematados por su “próxima parada, Capuchinos”). O las del gran rescatador de la historia sportinguista y autor del primer libro sobre la misma, Avelino Moro. El periodista gijonés comenzó en el mundo de la crónica ciclista, se mostró como un apasionado defensor de la cultura tradicional, escribiendo en los años sesenta una columna en asturiano en el diario El Comercio y creando, junto con el etnógrafo Luis Argüelles, el Muséu del Pueblu d’Asturies. Además, fue autor de la primera historia del nuestro club: ‘Historia sucinta del Real Sporting de Gijón’. Un pionero en muchos aspectos que abrió camino para la recuperación de lo propio y que dejó huella en la prensa deportiva con sus lúcidas crónicas cargadas de buen periodismo literario, y que creó escuela pese a lo prematuro de su muerte, acaecida en 1977 cuando solo contaba con cuarenta y nueve años de edad. Casado con Maribel Trabanco Muñiz con la que tuvo dos hijos a los que dejó en herencia una fantástica biblioteca y un montón de recuerdos. A la ciudad de Gijón, un museo etnográfico con el que recordar quiénes fuimos y de dónde venimos.
En definitiva, la crónica deportiva escrita no deja de tener ese punto literario que trasciende a lo meramente periodístico. Y así lo vieron numerosos escritores de reconocido prestigio, pese a la campaña en contra que algunos intelectuales siempre mostraron contra el fútbol, un “opio del pueblo” que inoculaba anestesia al pueblo para que olvidara sus problemas reales. Lo cierto es que ese mismo argumento valdría para cualquier otra distracción o manifestación cultural que no incidiera de forma explícita sobre el sentido de la vida o la desigualdad social. No se trata de eso, pese a que el gran filósofo y profesor, Miguel de Unamuno, dijera, en una charla realizada en el Ateneo Obrero de Gijón el 19 de marzo de 1923, que “se fomentan los deportes para que el pueblo se distraiga de otras preocupaciones; el fútbol degenera en una fiesta espectacular, como los toros, y solo sirve para fomentar rivalidades entre los pueblos”. Evidentemente Unamuno tenía parte de razón en lo que argumentaba, pero no es menos cierto que las distracciones son una condición humana y que la rivalidad entre pueblos es también algo inherente al ser humano. Nos medimos con el fútbol, pero también, por ejemplo, con el ciclismo (¿acaso muchos españoles no celebraban las victorias de Induráin, ni seguían entusiasmados sus participaciones en el Tour de Francia o el Giro de Italia?) y en infinidad de aspectos ajenos a lo puramente deportivo. El problema, supongo, no es el fútbol o el ciclismo, ni siquiera la pelota vasca (a la que el gran Unamuno dedicó estupendas crónicas periodísticas y que, también, mide al pelotari de un pueblo con el de otro), el problema es que el fútbol, el ciclismo o la pelota vasca absorba la totalidad de tu tiempo, que no te permita ver otras realidades, algo que no le sucede a la inmensa mayoría de los millones de seguidores que estos deportes tienen por todo el mundo.
Muchos años más tarde, en el ya también lejano año 2001, un diputado democristiano sueco llamado Lars Gustafsson (nada que ver con el que fuera afamado escritor de la misma nacionalidad, pese a la coincidencia de nombre y apellido, el solicitante era un político recién llegado al parlamento, licenciado en derecho y que había sido futbolista profesional en la Segunda División sueca) tuvo la feliz idea de solicitar la candidatura del fútbol para el premio Nobel de la Paz. Los argumentos eran evidentes: el fútbol es un deporte universal que sirve para unir pueblos, naciones y religiones por medio de un balón y con unas reglas suficientemente simples para que una gran mayoría de espectadores pueda comprenderlo y, en muchos casos, creerse hasta ser capaz de dirigir la seleccionador de su país, que de todo hay. Lo solicitó en pleno auge del hooliganismo y del fútbol-negocio de los fondos de inversión y los derechos televisivos. Pues eso, que entre la negatividad de Unamuno y la ingenuidad de Gustafsson estará, seguramente, nuestra realidad.
Lo cierto es que, al margen de polémicas, las primeras noticias sobre el Sporting no aparecen hasta dos años después de su nacimiento, en 1907. En realidad, no son propiamente crónicas, sino meras informaciones sobre, únicamente, horarios de partidos, resultados y alineaciones. Los diarios locales comienzan a realizar crónicas de los encuentros con posterioridad, muy específicamente cuando el Sporting se enfrenta a equipos de fuera de Asturias. A partir de la década de los diez, ya son suficientemente amplias como para detallar cada situación que se hubiera dado en el desarrollo del partido. Incluso del propio club salen dos de los primeros cronistas futbolísticos de la región: Anselmo López, corresponsal en Asturias de distintos periódicos deportivos madrileños y autor de crónicas futbolistas de la gran mayoría de los encuentros celebrados en los primeros tiempos del fútbol asturiano; y Luis Álvarez, un candasín nacido en el año 1900 que fue guardameta, al igual que Anselmo, del Sporting, aunque este un poco más tarde. Defendería el marco gijonés entre los años 1916 y 1919, justo después de retirarse Anselmo que lo hizo en 1915 (el fundador del club disputó su último encuentro el 11 de julio del citado año, en un partido que enfrentó al Sporting con el Racing Club Villaviciosino) . Después de abandonar su faceta como futbolista, comenzó la de cronista deportivo, gozando de una gran reputación, que le llevó a trabajar para distintas revistas en las que siempre firmaba sus crónicas bajo el pseudónimo de “Bay-Bay”. Desgraciadamente , tuvo una corta vida y falleció en Madrid en el año 1928. Otra coincidencia más del destino, Anselmo Sánchez y Luis Álvarez no solo compartieron el haber sido porteros en el Sporting y cronistas deportivos para revistas madrileñas, además ambos colaboraron en Madrid Sport, sino que una triste casualidad hizo que los dos murieran a la misma edad, con veintiocho años. También ejerció como periodista profesional el que fuera jugador, entrenador y secretario del Sporting, Ángel Álvarez Fano. Emigró unos años a México, donde conoció el oficio de periodista trabajando para distintos medios y realizando crónicas deportivas de los partidos que disputaban los principales equipos del país azteca. A su regreso a Asturias, siguió ejerciendo esa profesión, aunque desvinculado ya de la faceta deportiva. Trabajó como redactor para los diarios El Noroeste y La Prensa, ambos de Gijón, antes de la Guerra Civil y, después de ésta, en el ovetense Región, ejerciendo labores de «jefe de cierre». Lo cierto es que con el devenir de los años y el desarrollo del propio negocio del fútbol, la crónica futbolística fue desarrollándose en España como un género propio, un híbrido entre periodismo y literatura. Mención obligada es la publicación surgida desde dentro de la propia entidad y es obligado recordar la figura del gran Jesús Barrio, que no solo fue jugador, entrenador (subió al Sporting a Primera División) y secretario técnico de nuestro club, sino que además ideó y dirigió el boletín informativo del Sporting (cuyo primer número salió a la luz el día 27 de octubre de 1974 en un partido que enfrentaba al Sporting contra el Valencia). Nacía así la primera publicación de índole puramente sportinguista.