San Llorienzu, espacio libre de humo, es un paso adelante en el respeto, no solo respeto ante aquellas personas que no fuman, sino, también, respeto a la naturaleza
Uno de los grandes placeres, allá por 2011, fue poder disfrutar de café y periódico mañanero sin tener una persona exhalando el humo de su cigarrillo a mi lado. Una Ley luchaba por la salud de las personas con varias medidas, entre ellas acotar los sitios para fumadores a lugares donde no perjudicasen a los demás. Recuerdo esos días en donde te sorprendía entrar en un bar sin percibir el humo, sentarse en una barra sin ceniceros, tomar un café sin otro olor que el buen expreso. Recuerdo las noches de risas y cervezas, alejadas de ese rancio perfume de tabaco, agarrado a prendas, pelo, piel… con la fuerza suficiente para solo arrancarlo a base de una buena ducha o el destierro de la ropa a lugares lejanos. Unas restricciones ahora vistas como lógicas, en su momento, enfrentadas a numerosas protestas por parte de varios sectores de la población y partidos políticos. Un paso sin vuelta atrás gracias, desde siempre, a normativas bajo gobiernos socialistas. Felipe González, en 1988, evitó que se fumase, por ejemplo, en aulas y hospitales, y Zapatero, junto a la ministra Salgado, en 2005, dieron un paso decidido en la delimitación de espacios libres de humo, ampliándose en 2011. Leyes protectoras de la salud, cuidadoras de personas, generadoras de hábitos saludables, leyes socialistas que ningún gobierno popular derogó o modificó, pues se ha comprobado la importancia de cada una de las actuaciones establecidas en pro de la mejora de la vida de todos y de todas.
Durante esta semana, en Xixón, se ha hablado de las playas como lugares alejados del tabaco. San Llorienzu, espacio libre de humo, es un paso adelante en el respeto, no solo respeto ante aquellas personas que no fuman, sino, también, respeto a la naturaleza. La posibilidad de impulsar nuestra playa como lugar alejado del tabaco, viene amparada, desde el año pasado, por la Ley 7/2022 de 8 de abril, de residuos y suelos contaminados para una economía circular, refleja dentro de las medidas de prevención, “Frenar la generación de basura dispersa en el medio marino como contribución al objetivo de desarrollo sostenible de Naciones Unidas consistente en prevenir y reducir considerablemente la contaminación marina de todo tipo. Con este fin, a partir de la entrada en vigor de esta norma, los Ayuntamientos podrán regular las limitaciones de liberar globos de forma intencionada y de fumar en las playas, que se podrán sancionar en las Ordenanzas Municipales con arreglo al régimen de infracciones y sanciones de la presente ley”. Una norma ambiciosa en su contenido, cuyo objetivo radica en reducir al mínimo los efectos negativos de la generación y gestión de residuos en la salud humana. El pequeño fragmento citado anteriormente, que forma parte de su articulado, refleja muy bien la prevención sobre residuos, en este caso sobre aquellos que inciden en nuestros mares, pero también marca otra finalidad, la salud humana. Estamos hablando pues de dos finalidades. Por un lado, fomentar un ejercicio de civismo medioambiental ante la contaminación marina, incrementada durante los últimos años y cuyo impacto está amenazando el clima, y, por otro, el cuidado de la salud.
En cuanto a residuos y cuidado ambiental, el texto enunciado anteriormente pone el foco en los restos de tabaco, altamente contaminantes. Hay datos y estudios que nos describen claramente el problema al que nos enfrentamos. Es aterrador saber que el tiempo de degradación de una colilla sobrepasa los diez años. Que más de setenta y dos mil millones de restos de cigarrillos están dispersos por la naturaleza. Que según SEO Birdlife es el principal contaminante que encontraremos en playas y mares, y el segundo en ríos y embalses. Que, en nuestro país, Fundación Aquae sitúa en el 15% la cantidad de colillas arrojadas a los arenales, es decir, de los 32.800 millones de cigarrillos consumidos al año, 4.800 millones de objetos altamente contaminantes se encontrarán degradándose, durante doce años, en nuestras playas y aguas. Aterrador saber que los restos del tabaco están colaborando a destruir el Planeta desde el agua.
A la finalidad antes mencionada, se une, en la medida de lugares libres de humo, un cuidado de la salud. El tabaco está vinculado al 30% de los cánceres padecidos en nuestro país. Pese a ello, cualquier actuación restrictiva que se pretenda plantear desde las Administraciones se encontrará frente a potentes y poderosos lobbys de grandes multinacionales, evitando mermar sus ingresos a costa de la salud de los demás. Ante esa batalla, una de las grandes armas para hacer descender el número de fumadores es desnormalizar su consumo, apostando por el incremento de espacios alejados del tabaco, unido a campañas divulgativas, pedagógicas y de concienciación. Esta actuación de desnormalización y formación no solo llevaría a la reducción del consumo, también protegería a la población joven, aquella que está forjándose su personalidad y su rol en los grupos sociales. Nueve de cada diez fumadores fuma delante de niños y jóvenes, convirtiéndose, sin saberlo, en modelos a imitar, enseñándoles, a nuestra juventud, el carácter habitual del consumo. La normalización, nuestro modo de interacción social, la mercadotecnia de la industria a adultos jóvenes, hace de nuestro país el noveno con mayor tasa de consumidores de tabaco en la Unión Europea, unido a las pésimas cifras de tener como fumadores a un 18,4% de estudiantes de 14 años o un 43,7%, cuando llegan a los 18. Datos de precocidad que deben remitirse para lograr mejorar la salud de la sociedad, para reducir los datos sobre enfermedades asociadas al tabaco, para vivir mejor.
Formando a la sociedad más joven estaremos invirtiendo en salud para el futuro, evitando la visibilidad social estaremos ganando una vida mejor, ampliando los espacios alejados del tabaco lograremos ganar la batalla a los lobbys. Prevenir el consumo temprano, generar lugares sin humo, conseguirá mermar las, aproximadamente, 54.000 muertes en nuestro país por año atribuidas al tabaco. Algunos fumadores se defenderán diciendo: contaminación, coches, industria… sí, pero no debemos hacernos trampas al solitario, también debemos contar y decir el poder cancerígeno del tabaco, ser este la principal causa de muerte evitable del mundo y tener una gran facilidad para delimitar espacialmente su consumo.
Agradezco y aplaudo la medida de la incorporación de nuestro emblemático arenal a la Red Asturiana de Playas sin Humo, pero, mientras lo hago, recuerdo la hoguera de San Xuan o los fuegos de Begoña. Aunque entiendo que no es lo mismo, sí debemos tener el mismo objetivo medio ambiental: el cuidado de la playa. Año tras año, la vergüenza de ver nuestros arenales como auténticos vertederos en tales fechas me provoca un verdadero rechazo a ese comportamiento humano en donde lo común no es de nadie, debiendo recordar que no hay nada más común que nuestro medio ambiente. Toneladas de basura mirando la mar sin que parezca existir remedio a una práctica mantenida año tras año. Es mayoritario el comportamiento ejemplar de la ciudadanía de Xixón y de quienes nos visitan, y gracias a esa ejemplaridad se puede batallar contra esa minoritaria y sucia parte de la sociedad que considera la arena como una bolsa de basura. Ante ello, además del civismo de la gran mayoría, es de valorar, agradecer y reflejar las buenas labores de EMULSA durante esas horas que comienzan cuando acaba el brillo mágico de la noche más corta o se escucha el último restallón, tras castillos y luces de artificio. Su orquesta engrasada hace un verdadero alarde de profesionalidad, evitando la llegada al mar de cristales, plásticos y materiales varios. Puede que, dentro de unos años, por el incivismo de algunos, alguien se plantee prohibir la bajada de bolsas para disfrutar la noche más corta sentado en la tosca arena de Poniente o no podremos llevar una cerveza para poder ver, abrazados en la húmeda arena de San Lorenzo, el reflejo de la luz en la mar el día de Begoña. La sola idea de esa posibilidad me produce una tremenda pena, un cortocircuito en mi almacén de recuerdos. Para que esto ni llegue a ser una mínima posibilidad, para curarnos en salud, es responsabilidad de aquellas personas incívicas darse cuenta del mal que hacen para la ciudad, para nuestras playas y para el medio ambiente, y es responsabilidad de quien organiza los eventos, el Ayuntamiento, el poner los medios y usar las medidas legales oportunas para que, ante aquella persona o personas realizadoras de acciones perjudiciales para la convivencia y para el medio ambiente, se tenga la respuesta acorde a su daño por parte de los mecanismos establecidos en ordenanzas municipales o normativas superiores.
Quedaría tremendamente absurdo que, llegado el caso, se realice una didáctica y pedagogía tomando el sol y no tomando copas mirando una hoguera.