«Está el club como la ciudad, en un proceso de recesión en el que lleva ya demasiado tiempo y debemos ponerle freno»
Comienza este 2022 como terminó el 2021 en lo futbolístico. El empate obtenido frente a un Lugo que jugó buena parte del segundo tiempo con diez jugadores nos volvió a recordar las carencias que venimos arrastrando desde el inicio de temporada. Se generan pocas ocasiones de gol, y lo que es peor, se meten muy, muy pocas, abusamos en muchas fases del encuentro de mucha horizontalidad y de ese pase atrás marca de la casa y lo último y quizá la diferencia respecto al año pasado más notable; se ha perdido fortaleza defensiva.
Pero no pretende este artículo hablar del último partido, sino más bien compartir una reflexión y, si acaso, un pronóstico para este año entrante, para este 2022. Vaya pretensión diréis, empezando por esto último, un pronóstico. Pues podríamos decir que aspiramos a todo y que la promoción es posible, al fin y al cabo si algo ha quedado claro en esta segunda división en los últimos años, es que el sprint final es determinante. Pero más allá de ese sentimiento que nos hace acudir nerviosos al campo, o verlo por la televisión con unas ganas locas de que esta vez sí, y que nos lleva a soñar, parémonos en algunas cuestiones.
Este año 2022 ya empieza a caer con mucho peso sobre lo que podríamos definir como los dos Sporting. El que aún recordamos y en el que incluso hemos llegado a ver momentos de cierta gloria, el de un equipo con reconocimiento y prestigio en la primera división española, y el que lleva más de 20 años siendo un equipo con un par de momentos de muchísima pasión, de volver a subir a la primera categoría, de mantenerse, de volver a subir y poco o nada más.
Y quizá este sea nuestro mayor problema, bueno eso si dejamos al margen la gestión, poco acertada, siendo generosos, deportiva y económica del club, que da para treinta o cuarenta artículos más. Me explico.
Si pensamos que el Sporting es sí o sí un equipo que debe estar en primera división siempre ,y que si no lo está debe salir cada temporada a jugar para ser un aspirante al ascenso, es seguro que nuestro nivel de frustración tras estos años es alto. De igual manera que la poca tolerancia a asumir que nuestros jugadores van acorde al nivel de un equipo de la mitad de la tabla para arriba de Segunda división. Si por el contrario analizamos los últimos veinte años estaremos, posiblemente, deseosos por ver a otro entrenador que ponga el alma en cada minuto y que eso se transmita en el campo, como fue nuestro querido y añorado Manolo Preciado o esperando que una nueva generación de guajes nos sorprenda, suban el equipo a su joven espalda, y nos plantemos en primera.
Esos dos Sporting sin duda comparten la pasión, el amor por los colores, y las ganas de ver al equipo lo más arriba posible, lo único que les diferencia es la tolerancia a la frustración.
Frustración que seguramente sea nuestro gran lastre cada año, cada año empieza con las ganas renovadas de ver al equipo arriba y cada año esto no llega. Y eso, sin duda, es un peligro. Sería de necios no asumir que no se trata de demostrar quién es más rojiblanco ni quien ama más los colores, sino de que muchos más años luciendo el escudo por los respetables campos de Segunda hacen difícil que la afición se mantenga inalterable y acuda cada domingo.
En realidad ese es el mayor miedo que pueda uno tener, al menos el mío. Si se produce esa desconexión entre el equipo y la afición, puede que sea el peor paso que podamos ver. Y el último.
De esto creo que la directiva debe ser muy consciente, tener una masa social que arrope así al club, sin que este de nada a cambio, y me refiero en lo deportivo, aunque volvería a dar para mucho la gestión deportiva y económica, no se sostiene hasta el infinito. Está el club como la ciudad, en un proceso de recesión en el que lleva ya demasiado tiempo y debemos ponerle freno.
Ponerle freno, y esto parece que es una cuestión que se conjuga en la mayor parte de la masa social, es obedecer a un modelo claro de club de fútbol. En este caso un modelo que simplemente es tirar del histórico, tener una cantera con capacidad, con inversión y con materia gris al mando que sustente al equipo en la categoría en la que esté y con una columna vertebral de la casa con los suficientes recursos externos que la mejoren. Este modelo debe estar por encima de que esté un entrenador u otro, aunque preferentemente conviene dotar de continuidad al modelo, que debe ser reconocible por la afición y debe asumirse como una condición no negociable. El modelo. Sin ese modelo, en un futbol como el actual, nos iríamos a depender de que un año se acierte con los fichajes y suene la campana, pero poco futuro tendríamos.
Futuro como el de este año, en el que la cabeza del entrenador ya ha pasado por la guillotina sin llegar al cesto, en donde los chavales jóvenes que han salido de Mareo tienen que asumir unos roles que seguramente a muchos de ellos aún les vienen algo grandes y donde la paciencia de la afición es mayor de lo que en apariencia se cree, pero no eterna. No sé muy bien como seremos capaces de acabar la temporada, lo que si sé es que la afición, el entrenador este o el que venga, y el equipo, deben retomar los caminos en paralelo y eso no solo depende de ellos tres sino de que el CLUB, en mayúsculas, atine con el modelo, y que de una vez se defina a que queremos jugar, con quien lo queremos hacer; o sino que decida hacerse a un lado. Puede que todo sea un sueño, que en el fútbol actual ya no queda de eso y si queda no forma parte del negocio y por tanto no es prioritario. Pero merece la pena intentarlo, ¿no?