Por primera vez actuando en solitario en Gijón, el ex-guitarrista de las bandas Extremoduro y Platero y Tú ofreció anoche un concierto para el recuerdo en la Sala Acapulco
Dicen las malas lenguas que los viejos músicos nunca mueren; sólo se desvanecen en la bruma del tiempo. De ser cierto, puede que la legendaria banda Extremoduro viviese su disolución en 2019, pero la voz del que fuera su guitarrista, Iñaki Antón, el incombustible ‘Uoho‘, sigue viva y, de hecho, más sólida, trabajada y atractiva que nunca. Por primera vez en solitario en Gijón y, además, estrenándose como vocalista, el curtido músico deleitó ayer a casi trescientos fans con un poderoso concierto en la Sala Acapulco, enmarcado en la gira de presentación de su disco ‘Interpretaciones, acto tres’, y que sedujo tanto por el recuerdo de los acordes ya conocidos, como por las notas de lo nuevo que está por venir.
Había ganas de reencuentro; ya desde las ocho y media de la tarde, casi media hora antes del inicio oficial del espectáculo, quedó visualmente patente. En la confluencia de las calles Padilla y Fernández Vallín, a las puertas del recinto, colas de futuros espectadores aguardaban, comentaban y se ilusionaban minuto a minuto, ajenas a la lluvia y al bochorno. Entre los presentes era fácil distinguir a nostálgicos de Extremoduro, ataviados con gastadas camisetas de la extinta banda, y a veteranos amantes del ‘rock’, entusiasmados con la presencia sobre el escenario de toda una leyenda viva del género en español. Sin embargo, tampoco escasearon las cohortes de treintañeros e, incluso, veinteañeros que, como todos los anteriores, concurrieron decididos a entregar hasta la última gota de pasión y tuétano en un evento único. Para cuando el reloj marcó las nueve y diez, quedó claro que esa voluntad de disfrute no iba a quedarse en meras buenas intenciones.
Fielmente escoltado por los también veteranos de Extremoduro Miguel Colino, al bajo, y José Ignacio Cantera, en la batería, además de por el organista y pianista Aiert Erkoreka, ‘Uoho’ se lanzó a escena con diez minutos de retraso o cortesía, según se mire, aunque inevitables en todo artista de su experiencia, consciente de que una justa demora es impagable a la hora de abrir boca. Una sabia decisión; entre nubes de humo artificial y neones azules, rojos y verdes, los cuatro artistas desataron la locura nada más hacer acto de presencia. Una pasión multiplicada conforme los acordes de clásicos como ‘Salir’, ‘El roce de tu cuerpo’ o ‘Sucede’, inmortales creaciones de Extremoduro y Platero y Tú, se sucedieron, aderezados con la voz desgarrada, aunque irresistible, de Antón.
A las pocas canciones, eso sí, el calor aplastante le obligó a despojarse de la camiseta, poderoso combustible para que a los gritos exaltados que coreaban su nombre se sumasen los inevitables ‘¡Guapo, guapo!’; incluso, como en giras multitudinarias de tiempos pasados, lanzó al público como obsequio la toalla con la que se secó. Ahora bien, ninguna fiebre pudo compararse a la disparada cuando el cuarteto, con su ‘frontman’ ‘literalmente a pecho descubierto, interpretó ‘Pedrá’; reducida, eso sí, de sus ocho minutos originales a apenas cinco.
Célebre en los circuitos musicales por su compañerismo y gratitud para con los suyos, ‘Uoho’ no dejó pasar la oportunidad de agradecer a los once miembros de su ‘trouppe’ el trabajo realizado, más o menos visible para el público, y hasta se retiró brevemente de escena para que tres de los integrantes de su equipo empuñasen los instrumentos y desplegasen su talento incipiente, que fue acogido con ovaciones y aplausos entusiastas. Eso sí, como no podía ser de otro modo, fue la voz del propio Antón la que, poco antes de la media noche, clausuró un concierto digno del recuerdo, nostálgico y esperanzador a partes iguales, y que, a la espera de la evolución que la banda realice en sus próximos trabajos, será difícil de olvidar.