Se diría que el concierto fue una especie de exorcismo que sirvió con creces para quitarse el fantasma de la pandemia de la cabeza por un par de horas y salir con el ánimo transformado
Un par de notas puntuales iniciaron los acordes del concierto. Se trataba de Los Días raros, la pieza que inaugura Mapas, el segundo LP de Vetusta Morla y, sobre todo, una canción que el tiempo ha ida dando sentido: «Aun quedan días por perfeccionar en los días raros / nos destaparemos en la intimidad con la punta del zapato». Un par de notas y la voz dulce y aguda de Pucho, sirvieron para abrir un concierto que daba por inaugurado el Tsunami de este año.
Las colas a la puerta de los vomitorios del estadio verificaron el estado de necesidad de una ciudad por sentir un gran concierto que tuviera la capacidad de embriagarlos sentados y con mascarilla. La hierba del campo, como una moqueta verde, y la nostalgia rojiblanca de volver algún día verlo lleno, alimentaban esa necesidad de volver a la normalidad. Y Vetusta Morla cumplió con creces, repasando a velocidad de crucero, con una intensidad desbordante y sin rebajar en un sólo instante el ritmo, toda su carrera a lo largo de más de veinte canciones que fueron desplegándose como un abanico, desde su primer LP Un día en el mundo, pasando por La Deriva o Mismo sitio, distinto lugar, hasta su último sencillo, Finisterre, que ofreció una versión emocionante acompañada de cuatro pandereteras.
El viaje a Vestusta Morla sirvió para confirmar un sonido muy orgánico, lleno de referencias líricas, cinematográficas y un sonido post-rock a caballo entre Radiohead, The Kooks, TV on the radio o el Bowie de su época más eléctrica, que explican perfectamente el estado social de nuestro tiempo. Sigue vigente esa actitud de grupo de culto, donde nada es casual. Basta simplemente con comprobar las imágenes y videos que acompañaron su show, que otorgan a todo una visión más conceptual que la simple sucesión de temazos sobre el escenario. Los seis integrantes de Vetusta demostraron que tienen material y recursos para sobrevivir a otra pandemia. Se podría decir que hacía falta algo así para desvelar más luz sobre sus letras y ese sonido de guitarra a lo Greenwood de Guillermo Galván es más oportuno que nunca.
En todo ese tiempo, hubo una comunión perfecta entre el publico y la banda, Nadie escatimó en energía. Había un verdadero estado de necesidad. Los de Vetusta apostaron por el sonido más épico y guitarrero. marca de la casa, con temas como Valiente, Boca en tierra, Sálvese quien pueda, Fuego, Alto o Te lo digo a ti. El concierto fue un exorcismo que sirvió con creces para quitarse el fantasma de la pandemia de la cabeza por un par de horas y salir con el ánimo transformado. Y eso es lo más interesante de Vetusta Morla, que es una banda para tiempos post-pandémicos, cuya música está hecha de relámpagos de inteligencia que admiten la nostalgia, la alegría, la tristeza, cierta dulzura maldita y una buena dosis de rebeldía.
Pucho no reparó en demasiados discursos. Celebró que estábamos vivos, reconociendo que lo más cercano es lo más complicado de comprender. Agradeció la presencia de todos y dedicó el concierto a todos aquellos que hacen posible, en momentos difíciles y con gran esfuerzo, la posibilidad de hacer conciertos. No hubo mucho tiempo para más palabras, solo un sonido y un concepto, una filosofía de resistencia y trinchera que terminó como empezó, con tres bises coronados nuevamente por Los días raros, ese tema entre épico y a la vez intimo que justifica la nueva normalidad.