Los años 80, en los que se iba a los bares porque todo el mundo quería salir a pasárselo bien, estaba dispuesto a pegarle con un mamón, emborracharse en Venecia y movidas así
El sábado pasado regresaron los Hombres G a la plaza de toros y fue como volver a los ochenta. Hay algo luminoso, festivo y por qué no, cursi y delincuente, en las canciones de Hombres G que después no se corresponde con los miembros de la banda. Quizá son las grupis de cuarenta y cincuenta años que aún mantienen esa fidelidad nostálgica a su propia juventud, quizá sea el espectro de un tiempo que sólo puede volver a través de la música o que el pop es adictivo y necesita revisitarse así mismo para poder existir, continuar y justificar nuestra propia existencia. Sea lo que fuere, casi cuarenta años después de empezar, siguen ahí.
Hombres G es el grupo eminentemente pop de la España de su época junto a Mecano. La diferencia entre unos y otros es que aquellos supieron resistir y sobrevivir. Y es fácil entender que Hombres G nació sin pretensiones artísticas, que son puro obreraje sobre las tablas, mientras estos aparecieron con la pretenciosa vocación de convertirse sobre el escenario en una epifanía con cada canción. Unos y otros, de cualquier modo, son el comentario a la experiencia adolescente. David Summers y los suyos convirtieron el pop español en una experiencia, en ocasiones se sobrepusieron a ella y a veces, incluso, la sustituyeron. La diferencia entre Hombres G y otras bandas pop es que no cultivaron un estilo ni una estética: eran industria pura del pop sin atributos estéticos, distanciados de todo, ensimismados en la adolescencia y así hasta hoy.
No se puede decir que Hombres G navegaran a través del caos de la modernidad, pero tenían el talento suficiente para componer canciones fáciles que se pegaron a la piel de unas cuantas generaciones con una facilidad pasmosa. Tenían y tienen todo el talento para ocultar su propio oficio. Como me dijo una vez Dr Explosion: «componer canciones fáciles resulta muy difícil». Como toda banda pop de los ochenta, Hombres G especula con las melodías del rock del pasado, dulcificadas, templadas y exaltadas que es lo que le sucede al romanticismo cuando cotiza en el mercado. Como buena banda pop, su material está hecho de canciones de amor desconectadas de la historia, aunque integradas completamente en ellas. Esa es quizá la esencia de lo cursi, una visión endomingada del amor y de la mediocridad sublimada, transcendida, prevaricada, que nos anima y contamina en nuestra vida mediocre y cursi sin necesidad de buscarla. Porque una banda de masas cursi no se busca, ella siempre te encuentra.
Y esto es lo que hace que Hombres G siga ahí. No hay poesía, no hay vanguardia, no hay revival, pero sí hay una visión exacta de lo que es un españolito y una españolita adolescente en un momento exacto de nuestra vida: los años 80 en los que se iba a los bares porque todo el mundo quería salir a pasárselo bien, estaba dispuesto a pegarle con un mamón, emborracharse en Venecia y movidas así. En el fondo, David Summers, como su padre, Guillermo Summers, ese cronista/humorista de La codorniz, pulsó la tecla más fea de una España que nos hizo sonreír. Los más puristas pueden quedar desolados por todo esto, pero habría que decir siempre que lo cursi abriga.