«La alternativa a la filosofía es la ideología y como dice mi querido Carlos Goñi: ‘la filosofía genera ideas; la ideología las congela. Estamos en tiempos gélidos‘. Una educación sin filosofía es inevitablemente una educación ideológica»
El Consejo de Ministros ha aprobado el proyecto de real decreto de la ESO, que detalla lo que tienen que aprender los alumnos de entre 12 y 16 años. El nuevo currículo entierra definitivamente la filosofía de la educación obligatoria de nuestros futuros ciudadanos, la que durante 2.500 años ha sido la disciplina educativa por excelencia por enseñar a pensar y no qué pensar. Pensar por uno mismo parece ser una competencia que ya carece de todo interés en nuestro actual modelo de democracia. La filosofía nos permite dialogar con Sócrates, dudar con Descartes, sosegarnos con Epicuro, vencer nuestra naturaleza más animal con los estoicos, reconocer las falacias argumentativas con Aristóteles o identificar las causas del mal y el origen de los totalitarismos con Hannah Arendt, entre otras cosas. Pero todo esto se lo perderán los alumnos de la nueva ESO, los futuros ciudadanos.
La alternativa a la filosofía es la ideología y como dice mi querido Carlos Goñi: «la filosofía genera ideas; la ideología las congela. Estamos en tiempos gélidos». Una educación sin filosofía es inevitablemente una educación ideológica. Es posible impartir matemáticas, dibujo o química en una madrasa afgana, pero no filosofía ya que todo totalitarismo sabe bien que no hay pensamientos peligrosos sino que pensar es lo peligroso.
La asignatura de Ética desaparece y en su lugar se incorpora una de Valores Cívicos y Éticos, una materia sin ningún contenido filosófico, que no necesita ser impartida por especialista y que recoge como valores universales el ecofeminismo o los derechos LGTBIQ+. Ante tal noticia, mi imaginación que, como mi pensamiento, es peligrosa le ha dado por imaginar el siguiente diálogo entre Sócrates y nuestra ministra de educación:
Sócrates, un hombre de mediana edad, bajito, rechoncho y no muy agraciado, solo llevaba unos meses trabajando como camarero de la cafetería del Congreso, pero ya era famoso entre todos los diputados por su mordaz sentido del humor, su buen talante y, especialmente, por las preguntas con las que examinaba a todo aquel que se acercaba a la barra, su territorio. Ese día, la ministra de educación bajó a por un café con leche de soja. Mientras la máquina se calentaba, el camarero le preguntó:
Sócrates: Querida Pilar, usted es ministra de educación ¿no es así?
Ministra: Así es, Sócrates.
S: Qué bien. Entonces, si no le es molestia y tiene algo de tiempo, quizás pueda arrojar algo de luz sobre una duda que mi ignorancia me impide resolver.
C: Tengo tiempo y no me molestas ¿Cuál es esa duda que te inquieta? Espero poder ayudarte.
S: ¿Qué diferencia hay entre moral y ética?
C: Esa respuesta la tengo y si me acompañas el café con un trozo de bizcocho casero, te la regalo.
S: Trato hecho.
C: Pues bien, Sócrates, déjame que te ilustre. La palabra moral proviene de la latina mos, moris que significa costumbre. La moral es el conjunto de normas, valores, e incluso creencias que funcionan como directrices de un determinado grupo social.
S: Entonces, señora ministra, no habría una moral sino varias.
C: Dices bien, Sócrates. Habría tantas como grupos sociales; es por ello que hablamos de una moral cristiana o de una moral conservadora. Fíjate que, por ello, Marx afirmó que la moral no era otra cosa que ideología.
S: ¿Y se podría hablar de una moral progresista, socialista o feminista?
C: Eso, Sócrates, me cuesta admitirlo. Podría aceptarlo si reconocemos que esos tres movimientos han alumbrado unos valores que no solo pertenecen a un determinado grupo social sino a la totalidad del género humano.
S: De eso parece que no hay duda, la mayoría apreciamos como valiosos el cuidado del medio ambiente, la igualdad de género, la solidaridad o el respeto a los derechos humanos; aunque para no contradecirnos con la definición de moral que hemos acordado, parece que es inevitable que asumamos que también existe una moral progresista, socialista o feminista, ¿no le parece?
C: Sí, eso parece.
S: Pero dejemos ese tema por el momento, y pasemos ahora, si le parece a usted bien, a definir la ética ¿Puede precisarme qué cosa es y en qué se diferencia de la moral?
C: Puedo, Sócrates. La ética es la investigación filosófica sobre los problemas que la moral nos plantea. Así como el territorio es el objeto de estudio de la geografía, la moral lo es de la ética. Observa como la mayor parte de nuestras acciones cotidianas se basan en las costumbres adquiridas, es decir, en la moral. Pues bien, Sócrates, la ética aspira a que se basen en la reflexión. Aristóteles señaló que la capacidad racional nos permite deliberar acerca de nuestro comportamiento, ser libres para elegir el acto que nos parece más adecuado, hacernos por tanto responsables de nuestra conducta y estar obligados a dar razones a los otros de nuestra manera de proceder. El que actúa moralmente lo hace de manera irreflexiva, movido por las normas, los valores y las creencias que otros le han trasmitido; en cambio, el que actúa éticamente lo hace de manera reflexiva. Por eso Kant indicaba que la autonomía de la razón para determinar la conducta es la señal de madurez moral frente a aquel que aún necesita de la guía de otros.
S: Si le he entendido bien, señora ministra, la moral se trasmite mientras que la ética se piensa.
C: Exacto, Sócrates.
S: Y sería preferible la ética a la moral, ya que es preferible enseñar a usar la propia razón en el obrar que servirse de tutelas externas. Es mejor enseñar a pensar que enseñar a obedecer.
C: ¡Muy bien dicho, Sócrates! ¡Pareces un filósofo!
S: Y dígame, señora ministra, ¿Por qué entonces han eliminado ustedes la ética de nuestro sistema educativo? ¿Acaso prefieren que nuestros alumnos aprendan a obedecer antes que a pensar?
C: Eso no es exactamente así, Sócrates; tan solo le hemos cambiado el nombre por el de «Valores cívicos y éticos».
S: Pero, ¿no habíamos acordado que una cosa era el territorio y otra la geografía?
C: En efecto, Sócrates, pero no se a qué viene eso ahora.
S: Pues que, de igual manera, una cosa será la transmisión de unos determinados valores que el Gobierno considera valiosos y otra bien distinta la reflexión sobre qué valores son valiosos y por qué. No parece ser lo mismo memorizar normas que analizar y argumentar la conducta; ni creer que cuestionar o empatizar que razonar. ¿No corre el peligro su asignatura de ser una moral de Estado?
C: Lo siento, Sócrates, se me hace tarde. Tengo que subir al despacho. ¿Me pones el café para llevar?
S: ¿Con cicuta, como siempre?
C: ¿Cómo dice?
S: Disculpe, con estevia quería decir. No sé en qué estaría pensando.
Estupendo articulo.
Lamentable que se intenta hacer pensar que los Valores Ético-Cívicos no tienen nada que ver con la Filosofía. Volviendo a crear una élite de «Filósofos» y torre de cristal. Lo mismo que no considerar al ecofeminismo y la diversidad como espacios de respeto a los derechos humanos. No todo vale para justificar una situación injusta. Que perdamos radio de acción en el primer ciclo de la ESO se lo debemos a estas ideas confusas.