El conocido atleta, protagonista de retos como voltear un neumático de tractor hasta Peña Mea y por el Camino Francés contra el cáncer, llegó a la cima acompañado por José Luis Capitán, ‘Capi’; el recibimiento en la basílica «fue espectacular»
¿Qué seríamos capaces de hacer por un ser querido aquejado de una enfermedad tan cruel como lo es la esclerosis lateral amiotrófico (ELA)? Todo lo que estuviese al alcance, desde luego. Incluso puede que algo más. Cualquier cosa con tal de mitigar su dolor, reconfortar sus días y contribuir a la investigación de esa cura que, por el momento, flota en el éter de lo inalcanzable. Fran Linares ha puesto al servicio de esa causa dos de sus atributos más reconocidos: su experiencia en el crossfit y su predisposición a aceptar desafíos aparentemente inalcanzables para un ser humano corriente. Y así, en la tarde del pasado viernes, este ‘superhombre’ partía de El Entrego y ponía rumbo a Covadonga no en coche o autobús, ni tan siquiera a pie… Sino a golpe de burpees. Dos días, 84 kilómetros y unas 80.000 repeticiones después, Linares cruzaba la simbólica línea de meta ante la basílica de Santa María la Real apoyado por una pequeña tropa de compañeros, arropado por el público y, lo más importante, empujando la silla de ruedas de José Luis Capitán, ‘Capi’, su inspirador y gran motivador en esta titánica tarea. Todo ello, con un sólo objetivo en mente: aportar un humilde grano de arena a lucha contra la ELA.
«Si es que… Mira que ya estamos a martes, pero se nos ponen los pelos de punta cuando lo recordamos«, ríe Linares, a quien, pese a los muchos años que lleva curtiendo su cuerpo en Asgard Box, el centro de crossfit que regenta en El Entrego, aún le duran los temblores en brazos y piernas. Algo lógico, por otra parte… Cualquiera que haya recorrido la distancia entre ambas localidades conoce lo complejo del trazado, lleno de curvas, desniveles, zonas angostas y, sobre todo, secciones en pendiente capaces de quitar el aliento al senderista medio. De ahí que la preparación previa del evento, bautizado ‘Enamorados de la vida’, fuese detallada. «Decidimos hacer una media simbólica de 80.000 burpees, a razón de un metro por burpee, y dividir las jornadas en cuatro turnos de trabajo», detalla Linares. El factor humano también fue importante; la previsión inicial era que en cada turno avanzasen ocho personas, dando margen al resto para descansar, pero, en la práctica, esa cifra no pudo alcanzarse. «Hubo algunos que, al final, no pudieron participar, otros que echaron más horas o doblaron turnos… Al final, seríamos unos veinte». No fueron todos los que esperaba, cierto, pero sí suficientes para completar con éxito la misión.
Por fin, tras el debido calentamiento y con un ojo puesto en la previsión meteorológica, Linares y sus camaradas del primer turno se reunieron en El Entrego el viernes y, con los relojes marcando las cuatro de la tarde, iniciaron la larga marcha hacia Covadonga. A partir de ahí, y durante las siguientes 49 horas, sus respectivas vidas estuvieron marcadas por la archiconocida rutina del también denominado ‘salto de la rana’: acuclillarse, estirar las piernas, flexionar los codos, contraer las piernas, levantarse de un salto y avanzar. Así, una, y otra, y otra vez… Hasta 80.000. Día y noche, por supuesto. Y con la lluvia como indeseable compañera en algunos casos. El propio Linares, único que completó el recorrido de principio a fin, hubo de escaparse rápidamente a casa el sábado, empapado, para cambiarse de ropa. El sacrificio fue inmenso, aunque salpicado de anécdotas para el recuerdo. «Mucha gente que tiene familiares con ELA, o con otras enfermedades, fue saliendo a darnos ánimos; en Nava el mismo alcalde (Juan Cañal Canteli, del PSOE) nos estuvo esperando a las tres de la mañana, en una carpa donde nos dieron chocolate caliente. Si hasta, al cruzar Infiesto, mi dentista se nos unió y estuvo haciendo burpees dos horas«, rememora, entre cómico y emocionado.
Esa emoción alcanzó su cenit a primera hora de la tarde del domingo, cuando las agujas de la basílica empezaron a recortarse en el horizonte. Verdad es que aún restaba un último empujón, lastrado por el cansancio acumulado, pero alrededor de las cinco la comitiva alcanzaba, por fin, su destino. Y, como no podía ser de otro modo, dado lo simbólico del evento, lo hizo por todo lo alto: con Linares empujando la silla de ‘Capi’, que se había unido poco antes de arribar a Covadonga, y con los atletas completando los burpees finales tras ambos. Un último acuclillado, estiramiento, flexión, contracción y salto… Y objetivo cumplido. A partir de entonces, todo fueron elogios, abrazos, lágrimas y solidaridad, con los acordes de las gaitas aportando la nota musical a la escena. «Mucha gente nos esperaba arriba; nos quedamos parados de la emoción, y ‘Capi’ y yo nos echamos a llorar», confiesa Linares. Eso sí, los apoyos no se limitaron a lo físico. En las redes sociales cientos de personas, organizaciones y empresas recogieron el testigo y, bajo el hashtag #enamoradosdelavida, publicaron contenidos haciendo burpees… Y desafiando a otros. «Los bomberos de Mieres retaron a los de San Martín, estos últimos a otros… Hubo quienes donaron un euro por burpee, y todo ello se lo donaremos a la Asociación ELA Principado«, aclara.
Han pasado dos días desde entonces. Los recuerdos siguen frescos. Las muestras de apoyo continúan llegando. Y, ahora que los músculos y el ánimo regresan poco a poco a su estado normal, llega el momento de hacerse una pregunta obligatoria. La misma que Linares se ha hecho tras cada uno de sus retos atléticos solidarios, como voltear una rueda de tractor hasta lo alto de Peña Mea en apoyo a los aquejados de cáncer, o repetir la operación a lo largo del Camino Grancés: más allá de como reclamo puntual y fuente de dinero que destinar a la investigación de tratamientos… ¿Tan colosal desafío ha contribuido a hacer más visible la realidad de la ELA? «Es una gran pregunta», duda en responder Linares. Sin embargo, al final el optimismo y la esperanza prevalecen. «Creo que sí; además, ya hay mucha visibilización, pero con la cantidad de gente que nos apoyó, que estuvo y está a nuestro lado en las redes… En fin, todavía quedan buenas personas«, reflexiona. Eso sí, la cruzada no puede terminar en Covadonga. «Ojalá pudiésemos hacer más, y lo seguiremos haciendo; para mí, es todo poco«, admite. Por el momento, la recaudación de fondos sigue activa a través de la plataforma Empa-T, y Linares ya prepara nuevos retos para el futuro cercano. «Se lo merecen«.