Dos años después de adquirir un taller en la calle Toledo, ha tenido que desprenderse del local y trasladarse a Veriña de Abajo para poder seguir con su oficio; indignado, recuerda que «llegaron a llevarse con la grúa el coche de un cliente»
La vida no es, por sistema, una película con final feliz. En el mundo real el mal logra salirse con la suya más frecuentemente de lo que se desearía, los humildes y desfavorecidos no siempre acaban bien parados y, ante las derrotas, conceptos como ‘coste de oportunidad’ o ‘daños colaterales’ se repiten para tratar de imprimir una dosis de justificación a lo que, en la práctica, no es sino una pérdida en toda regla. Willian Machado fue uno de esos derrotados… Aunque, todo sea dicho, ha conseguido recuperarse. Este mecánico brasileño de 33 años, curtido desde los quince en el mundo del motor, adquirió en 2022 el veterano taller que, durante tres décadas y media, había regentado Manuel Amado Riestra en el número doce de la calle Toledo, en el barrio gijonés de La Calzada. El mismo negocio, de hecho, que ahora Machado se ha visto obligado a abandonar, trasladándolo a Veriña de Abajo, ante las consecuencias del imparable avance de una obra que, en la práctica, le ha hecho imposible continuar en su emplazamiento original: el carril-bici.
«He tenido que moverlo; al final, todo eran molestias y problemas, y era imposible trabajar así«, asegura, mientras recorta los flecos pendientes hasta la apertura de su nuevo local, más amplio y mejor provisto que el antiguo, cierto, pero sin aquella privilegiada situación en uno de los puntos neurálgicos de la ciudad. A decir verdad, culpabilizar al carril-bici sentido amplio sería extender demasiado el campo de responsabilidades; en realidad, el gran hándicap ha sido la aplicación de la normativa municipal que lleva aparejado. Dicho de otro modo, más directo y simple, el que la nueva vía ciclista pasase por delante del taller de Machado hacía inviable acciones tan vitales en su trabajo como mover los vehículos a reparar, estacionarlos brevemente en la vía pública mientras se movían los que estaban dentro para hacer hueco, o pedir a los clientes que los dejasen aparcados a pocos metros de la puerta, hasta que ese espacio estuviera expedito. Como autónomo que es, y con la presión económica que ello entraña, Machado trató de resistir todo lo posible, aunque consciente de que el pulso con el Ayuntamiento sería difícil de ganar.
Todo ocurrió relativamente deprisa. Si las obras del carril-bici comenzaron en enero del año pasado (recordemos que la inauguración fue ese mismo marzo), «ya cuando llegaron a la calle Los Andes supe que me quedaba poco tiempo aquí y que, antes o después, tendría que irme». Semejante mal augurio no tardó en tomar visos de realidad. El susto definitivo se lo llevó este mayo; con sólo 180 metros cuadrados útiles en su antiguo taller, Machado acababa de sacar a la calle un turismo al que había retirado las matrículas para pintarlo, dejándolo a escasos metros de la vía ciclista, cuando, de pronto, apareció una patrulla de la Policía Local. «Moví el coche a las 8.10 de la mañana, y a las 8.20 ya tenía la multa«, rememora, indignado porque «a los agentes les dio igual que saliese corriendo con el mono de trabajo puesto, y que les explicase que era sólo un momento, para hacer hueco a otro vehículo; tuve que pagar casi mil euros». Eso, sin contar el que «se llevaron el coche al depósito, así que tuve que llamar al cliente, que estaba en Bilbao, y pedirle que me mandase la documentación, para poder liberarlo. Aquello me decidió«.
El cambio no ha sido totalmente a peor. Es más, en la mayoría de cuestiones, ha supuesto una mejora. Su nuevo negocio, bautizado Willian Car e inaugurado este lunes, cuenta con 700 metros cuadrados aprovechables, está mejor equipado y permite albergar un mayor volumen de negocio. Tanto, que Machado ya estudia contratar a un segundo mecánico que refuerce al que lleva a su lado desde los inicios en la calle Toledo. Ahora bien, el proceso de traspaso no ha estado exento de problemas. «Al final, la ubicación en La Calzada era muy buena, y hay clientes a los que Veriña de Abajo les queda lejos, así que puede que se vayan a otros talleres«, reflexiona con objetiva sinceridad. Por suerte, no tarda en añadir, «he hecho las cosas bien en este tiempo, y la gente está contenta con mis servicios». Nada que ver con la impresión que el comportamiento del Consistorio, concretamente de la anterior Corporación encabezada por el PSOE y presidida por al alcaldesa Ana González, le suscita. «Nadie se molestó en avisarme con antelación, ni se me comunicó nada, y no me parece justo. Un Ayuntamiento debería estar para mirar por la población, y quienes empezaron este proyecto no lo hicieron«.
Podría parecer que las palabras de Machado son el fruto de la rabia y la indignación por haber sido expulsado profesionalmente de su hogar… De no ser por la gran cantidad de testimonios en contra que proliferan en La Calzada. Desde que se anunciase la pretensión de construir el carril-bici, primero, y finalizasen los trabajos, después, el barrio ha alzado la voz en reiteradas ocasiones para manifestar su disconformidad, motivada sobremanera por la falta de operatividad que se le atribuye, por los perjuicios sobre negocios y equipamientos públicos, y porque no se tuviese en cuenta la opinión de los vecinos. «Que más de la mitad de la gente no esté conforme significa algo: que un proyecto tan grande no sirve«, sentencia Machado. Y eso que, se apresura a matizar, él no es contrario a la habilitación de zonas para los ciclistas, aunque no a costa del modo de vida de terceros. «Hay formas de hacerlo sin perjudicar a la gente, pero eso fue algo que la anterior alcaldesa no pensó; creo que sólo le importó gastar el dinero de la Unión Europea«.