La mítica estampa de Gijón se remonta a mediados del siglo pasado e, incluso, las disfrutó la reina Isabel II en 1858

Si el primer síntoma de la cercanía del verano es el cierre de la playa a los perros, abierto de octubre al primero de mayo, el segundo es la instalación de las casetas en el arenal de San Lorenzo. El primer coincide con la apertura de la temporada de baños, aunque en mayo aún – y salvo excepciones anticilónicas – no haya muchos valientes que se atrevan a enfrentarse a las frías aguas del Cantábrico. El segundo tiene su punto de partida en junio, cuando el calor comienza, tímidamente, a apretar y a ofrecer jornadas de sol y arena.
De esta manera vuelve el color a la playa de San Lorenzo. Las casetas, que llevaban dos años ausentes debido a la pandemia, tiñen desde ayer la arena gijonesa. Eso sí, lo harán en menor medida que otros años. De las 140 de la última edición, este año sólo se ha autorizado la instalación de 115. Una merma que afecta a las dos empresas que gestionan el alquiler de las casetas y a los veteranos que llevan toda la vida usándola. Lejos queda el récord de 175 casetas, en 2012. El coste, 500€ por todo el verano y 15€ para el alquiler de un día. Su ubicación, como otros años, estará en las escaleras 7,12 y 14.


La estampa ya es una fotografía icónica de la ciudad, tanto como el Elogio del Horizonte, las Letronas o la Lloca del Rinconín. Si algo tienen en común es que todos ellos se han convertido en souvenirs, recuerdos que cualquiera puede comprar en las tiendas de la ciudad.
Breve historia de las casetas
Sin embargo, las casetas son, de todos esos símbolos gijoneses, el que más arraigo tiene en la ciudad. Ya se usaban en la antigua playa de Pando – en la actual zona de Poniente -, a mediados del siglo XIX. En un primer momento fueron hechas de lienzo, pero en 1860 empezaron a usarse unas casetas móviles y fabricadas en madera para que los caballos pudieran acercarlas al agua. El punto ilustre lo puso la reina Isabel II, que en 1858 pasó diecinueve días en Gijón y no pudo escaparse de los encantos de los famosos baños de olas de la playa de Pando. Lo hizo, por supuesto, con su propia caseta.

Hacia 1875, y con la construcción de los balnearios, llegaron a San Lorenzo las casetas, conviviendo las de ámbito público y privado. Sin embargo, y a pesar de su destrucción en 1936, las casetas ganaron aún más protagonismo, siendo un auténtico club social para la época.
Sólo el Covid puso fin a la tradición. Los dos veranos sin ellas, el de 2020 y el de 2021, se echaron de menos, pero las restricciones de aforo y la distancia social hacían inviables su instalación. Este año, con una gripalización del virus y las restricciones levantadas casi al 100% no podía faltar la foto del verano.