Residentes, sociólogos, expertos en vivienda y la asociación vecinal de Laviada coinciden en que la «saturación» de los servicios de atención a personas sin hogar provoca un incremento de alquileres compartidos en la zona y el riesgo de exclusión social: “Es un problema difícil de controlar”
Jota (o José Pablo Calleja) es investigador y profesor de Sociología en la Universidad de Oviedo y vive en el entorno de la calle Carlos Marx desde el año 92. Es decir, es vecino de Laviada, el barrio ‘más barrio’ de aquellos que configuran el distrito Centro en la ciudad y con una idiosincrasia que bebe de esa misma dualidad: está pegado a los flujos, modas, servicios, empresas, ofertas y ambientes del centro, pero a la vez desde allí también te encuentras a dos pasos de zonas como El Llano, El Polígono o Pumarín. Está delimitado del entorno de Fomento y de Moreda por la calle Sanz Crespo y el espacio del Solarón, en la calle Llanes y Prendes Pando hacia el norte con el centro; avenida de la Constitución como barrera ‘natural’ a El Llano, y Carlos Marx -donde se ubica Jota- para el Polígono.
Él es de los de solera por allí, tres décadas lo avalan, y sabe que vive en una zona que de un tiempo a esta parte resulta la comidilla de otros vecindarios en Gijón, ya que grandes planes afectan a una de sus áreas más importantes como la zona del plan de vías, donde se encuentra el viaducto de Carlos Marx, la estación de trenes y el Solarón. La zona que ‘cae’ hacia el barrio por Sanz Crespo se ha convertido en el mayor núcleo de desarrollo urbanístico para la construcción de nuevos edificios en la ciudad, incluyendo los 300 pisos destinados al alquiler asequible en los terrenos que colindantes al albergue Covadonga que el recién conocido ‘Plan Llave’ incluye para Laviada. Este último también sufrirá una gran remodelación, con la que se ampliará su tamaño además de buscar adecuarse a un nuevo modelo de cuidados adaptado a este tipo de centros asistenciales. En la punta opuesta, los 250 pisos para jóvenes de Peritos proyectados por el Principado junto al grupo inmobiliario Avintia ‘ensancharán’ un poco más el vecindario por esa zona fronteriza.
Laviada pegará un estirón en todos los sentidos muy pronto, pero no hace falta esperar para hablar de un barrio ya puesto «de moda». Su posición estratégica le hace reabsorber parte de la demanda de potenciales compradores e inquilinos en Gijón y más concretamente en el centro. Cuando los precios de las viviendas a un paso del Parchís o de la playa San Lorenzo se vuelven intratables para algunos bolsillos, «el barrio más barrio» del centro se convierte en opción. El caso es que los que llevan ya un tiempo integrados en él notan otros cambios al margen de ver que «hay más gente en general», como cuenta María Teresa González en su camino a casa por Magnus Blikstad. Los dos defienden cómo, últimamente, ha crecido el número de personas que ven «durmiendo en la calle, en bancos, en cajeros» y, en definitiva, más sinhogarismo.
El sinhogarismo en el barrio: de los «focos» al alquiler de habitaciones en viviendas compartidas
Las opiniones de otros vecinos varían ligeramente. Pablo vive ahora en Los Evaristos y ha crecido a caballo entre el colegio, el centro de salud, el parque o el instituto Jovellanos, y recuerda como habitual la presencia de personas en situación de sinhogarismo. No considera que exista ningún aumento ni “por supuesto” una mayor peligrosidad asociada o «algo que sientas cuando vas andando por la calle, como mucho en las noticias que luego lees». «¿Veo diferente el ambiente? Puede ser, pero tampoco me parece que se sienta un lugar más peligroso», zanja. Su pregunta retórica resume bastante bien el sentir unánime de la decena de vecinos encuestados del barrio.
Alejandro F. es trabajador en un negocio de reprografía de la zona, se ha criado allí y defiende al igual que Pablo, que siempre ha mantenido su “sensación de tranquilidad” transitando por el barrio, aunque admite que no ocurre lo mismo en otros casos cercanos. Su mujer, por ejemplo, vuelve a casa sola con bastante miedo y en muchos casos ha llegado a “pedirse un taxi aunque estuviese en el centro a 5 minutos de casa por no recorrerse Magnus Blikstad a las 12 de la noche”. También recuerda el caso de una conocida que trabaja en uno de los supermercados ubicados en la avenida Portugal cercanos a Carlos Marx: “Nos cuenta que están desbordados con el tema de los robos y que, si no ponen a alguien de seguridad están desbordados, es una cosa diaria”. Y menciona la “mala iluminación” que hay ahora “en la ciudad en general” como asunto importante a tener en cuenta.
María Teresa expresa que en los 54 años que lleva en el barrio, “nunca había visto tanta gente en la calle” y opina que el ambiente “ha empeorado” con los años, aunque “está muy vigilado todo siempre, se ve mucha cantidad de policía pendiente patrullando y demás”. Ana López y Eva M. no lo ven igual. Ninguna de las dos ha nacido en Laviada, pero después de tres décadas afincada en Asturias fuera de su Córdoba natal, Ana es una vecina más. A Eva le ocurre lo mismo, su vida está ligada al barrio desde hace 10 años cuando llegó del Líbano; su hija va al colegio público de la zona y vive en Constitución con ella y su marido. Ninguna estaba tampoco al tanto de los casos asociados a delitos que en el último año han involucrado el entorno de Laviada, como la detención del presunto violador de Somió la semana pasada en su actual lugar de residencia en la calle Ribadesella. El caso es que ninguna considera que se presencie “más inseguridad” asociada a estos casos ni un aumento de las personas sin hogar en el barrio, sino que se trata de cosas “circunstanciales” que no guardan correlación. Eva, por ejemplo, explica que para ir a trabajar tiene que levantarse muy temprano y sale a la calle sobre las 6.30 horas de la madrugada, “y ni siquiera a esa hora siento ningún peligro”. Considera además que no debería trazarse un vínculo entre las personas en situaciones de riesgo de exclusión social con un aumento de la actividad delictiva: “En mi edificio tenemos una vecina a la que nos hemos encontrado pidiendo y nunca ha habido ningún problema”.
“Lo que ocurre en la estación con las tiendas de campaña y las casetas improvisadas ya es conocido, y puede verse según en qué semana pasas por allí”, cuenta el presidente vecinal
Las cuestiones de fondo que sin embargo repiten residentes y avala el presidente vecinal, Florencio Martín, al igual que Jota en su actividad como sociólogo, se pueden resumir en algunos lugares convertidos en “focos” y en los alquileres por habitaciones que han proliferado en alguna zona del barrio. Sobre este primer punto, cuando todos señalan en el mapa, las direcciones al callejero coinciden: en los entornos del Albergue Covadonga en la calle y la Cocina Económica (calle Mieres), el ambiente no siempre resulta apacible. Recuerda Florencio que en Sanz Crespo “lo que ocurre con las tiendas de campaña y las casetas improvisadas ya es conocido, y puede verse según en qué semana pasas por allí”. Ambas entidades del Tercer Sector buscan cubrir dos de las necesidades básicas de las personas en riesgo de exclusión social: alimentación y vivienda. O los servicios asociados a un techo, aunque este solo se mantenga en las horas que dura una ducha o un café, pero desde la asociación vecinal y el Área de Trabajo Social de la universidad defienden que “la infraestructura y los recursos con los que cuentan hoy por hoy son insuficientes para atender la demanda”, algo que saben de primera mano por contactos con sus responsables, sobre todo en el caso del albergue, donde las estancias muchas veces se ven “limitadas”.
Ello genera situaciones a pie de calle “difíciles de controlar” como razona el líder vecinal, en el entorno de la estación de tren y el parque de Teodoro Cuesta, otro importante foco de problemas. Este último ha sido la preocupación principal de la AA.VV. hasta hace poco. “Desde la Policía Local cada poco nos consultan qué necesitamos, y en el parque infantil hubo gente que terminó defecando, haciendo botellón, trapicheando o practicando sexo”. Eva, gijonesa ‘adoptiva’ del Líbano, admite por ejemplo que jamás se le ocurre pasar con su familia por esa zona, al igual que su vecina Ana, por lo que han visto por allí muchas veces.
La relación que une la saturación de los servicios asistenciales con la vivienda, una «reacción en cadena» para la que aún hay soluciones
Lo interesante es que la saturación de estos servicios asistenciales guarda más relación de lo que parece con el asunto de la vivienda. Así lo conciben también ambas partes, tejido vecinal y expertos consultados. Todos, incluyendo a profesionales en materia de vivienda pública y servicios sociales, asumen que Laviada ha sido y es un barrio atravesado por los alquileres compartidos en viviendas cuyas condiciones en muchos casos “dejan mucho que desear” en relación a lo que sería un “espacio digno”. Apuntan a que “hay un puñado de grandes tenedores de viviendas que las utilizan como pisos compartidos» y que en algunos casos se dan situaciones de especial vulnerabilidad, con inquilinos de alguna habitación “con menores a cargo” y compartiendo vivienda con personas que en determinados casos no llegan a conocerse. Laviada, La Calzada y Tremañes constituyen los barrios que más concentran este tipo de arrendamientos en la ciudad.
Laviada, La Calzada y Tremañes constituyen los barrios en los que más se concentran los arrendamientos por habitaciones
Algunos como Calleja apuntan a que estas situaciones derivan de “una reacción en cadena” generada a partir de la insuficiente capacidad del albergue. “En las estancias allí, tú puedes quedarte un número de días, pero bajo algunas condiciones se alarga si estás estudiando, en un tratamiento médico, tienes familia con menores… Y al final el circulante de personas sin hogar se quedan sin espacio”. El desenlace ya se gesta desde las propias alternativas que ofrece en la actualidad el mercado del alquiler y la vivienda, porque “estando como está”, a una persona con pocos recursos “lo que le queda son alternativas como los pisos compartidos, vivienda pública que es muy difícil o servicios sociales como estos, y eso ya te pone en riesgo de exclusión”, aclara.
«Tenemos que empezar a entender la vivienda como un derecho fundamental; sin una vivienda una persona no tiene nada y no puede solucionar sus problemas, con un techo seguro se puede empezar desde cero”
El sociólogo gijonés considera muy importante entender que “las personas que comparten piso ya están en situación de sinhogarismo” y que “hay que entender la vivienda como uno de los derechos fundamentales más importantes a cubrir, porque sin una vivienda una persona no tiene nada y no puede solucionar sus problemas, con un techo seguro se puede empezar desde cero”. Sin él, empiezan las tensiones asociadas a estos arrendamientos, también en algunos casos no registrados, donde se pueden ver incluso “situaciones de sometimiento de los inquilinos a los propietarios, porque no les avala ninguna ley, pueden no dejarles empadronarse o pueden obligarles a pagar el alquiler semanalmente”. Se trata de lugares en los que hay “contextos de mucho estrés, el hecho de compartir vivienda con desconocidos, verte en la calle si eso falla, etc.”.
Florencio recuerda que hace años había un edificio en la calle Candás destinado íntegramente a este tipo de alquileres, similar al que apunta en la calle Luanco y que continúa en funcionamiento. “Lleva años así lo de los alquileres por esta zona”, resume. Como soluciones, los profesionales en materia de vivienda apuntan dos aspectos. El primero pasa por encontrar cauces legales que impidan conceder ayudas al alquiler por habitaciones, como hasta este año “se ha seguido haciendo desde Vipasa”: “Esta forma favorece el mantenimiento de esta modalidad de alquiler y que los arrendadores continúen ofreciendo estas condiciones”. Emvisa, de forma contraria, no contempla esa línea de ayudas.
En segundo lugar, aplicar lo contenido en la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU) para evitar abusos en la temporalidad, como se ve en estos casos en los que la duración puede resultar cuestión de un par de meses. “Esta norma indica que cuando se hacen contratos temporales se debe especificar la causa y esta debe ser justificada”. Y en último lugar y más importante, consideran que se debe volver a establecer un “registro de contratos de arrendamientos y de depósitos de fianza que sea público y donde figuren los datos asociados a la propiedad y controlar también aquellos que no estén dados de alta”, de donde también podría derivarse un mejor control de los arrendatarios, y ver quiénes son, o si por ejemplo tienen condenas o antecedentes por determinados delitos y demás”.
Preguntando a vecinos de la Magnus Blikstad y Constitución te van a decir que no ven cambios. Pregunta a más gente de la Avda de Portugal, carretera Vizcaína y Carlos Marx ya verás cómo cambian las opiniones… Vivo en la Avda de Portugal desde que nací hace 32 años y puedo decirte que a veces me da miedo pasar con mi hija. El parque de Carlos Marx está intransitable, cada día (si no cada dos) está la policía por trifulcas entre gente que proviene del albergue…
Sinceramente la única mejora que puede haber es trasladar el albergue a un sitio más a las afueras porque teniendo en cuenta que está a la salida de la estación de tren, no es que haga muy atractiva a la ciudad.
Totalmente de acuerdo contigo o trasladan el albergue o la situación va a empeorar, es una auténtica verguneza los espectáculos que tenemos que aguantar los vecinos