Ciclistas y viajeros de EMTUSA dudan que la ubicación de la parada 704, con dicho carril discurriendo entre carretera y acera, dé «problemas serios», gracias a la «buena visibilidad»; el edil Gilberto Villoria inauguró ayer dicho equipamiento
Pedro Corripio no es un ciclista vocacional. De hecho, hasta hace seis o siete meses (las fechas bailan en su mente) podría haber contado con unos pocos dedos las veces en que subió a uno de tales vehículos de dos ruedas en su vida adulta. Esa tónica cambió cuando, a principios de este año, empezó en el que es su trabajo actual, una labor comercial que le obliga a ir de unos negocios a otros por todo Gijón. Sin voluntad de recurrir al coche, ni ganas de pelarse con el quebradero de cabeza de los aparcamientos, de pronto la bicicleta despuntó como solución perfecta. Este viernes la exigencia profesional le llevó a pedalear desde el centro hasta el Polígono… Y a convertirse en uno de los primeros usuarios del recién estrenado carril bici de la calle Sanz Crespo. Algo más de 860 metros entre la glorieta del Humedal y la estación de ferrocarril, fruto de una inversión de 220.000 euros, inaugurado ayer por el Gobierno local, envuelto en la polémica por su funcionalidad y seguridad, pero sobre el que quienes lo utilizan son claros: no será perfecto y tendrá defectos, pero es mejor que nada.
«No sé si acabará habiendo líos pero, a priori, lo veo bastante bien, seguro y fácil de recorrer«, comenta Corripio. Lector habitual de la prensa, no es ajeno a las dudas que el trazado despertaron en ciertos colectivos. El pasado 21 de agosto, mismo día en que comenzó su construcción, la sección sindical de Comisiones Obreras (CCOO) en EMTUSA alzó la voz para denunciar el peligro que supone que, a la altura de la parada número 704 de la Empresa Municipal de Transportes Urbanos (EMTUSA), emplazada frente a la calle Teodoro Cuesta, discurriese entre la calzada y la acera. Y es que, a juicio de dicho sindicato, el que los viajeros tuviesen que cruzar el carril bici para bajar y subir de los autobuses entraña una seria incomodidad, cuando no un riesgo serio de atropello, para pasajeros y ciclistas, especialmente si los primeros son personas de movilidad reducida. Una posibilidad que no convence a Corripio. «No me da a mí que este carril vaya a llenarse, y hay muy buena visibilidad; es fácil ir frenando y parar sin llevarse a nadie por delante«, sentencia.
A la categoría de viajeros, si bien sin problemas de movilidad, pertenece Ana Tascón. Todos los días esta joven estudiante recurre a 704 para embarcar en los autobuses de la línea 18, única, junto con la 16, adscrita a esa parada. Y en los pocos días que el carril bici lleva operativo, aunque haya sido de manera oficiosa, no ha percibido inconveniente real alguno. «Vale, muy bien hecho no es que esté, pero se ve perfectamente a derecha e izquierda… Y tampoco es que aquí subamos y bajemos tantos«, reflexiona. Mientras desaparece en el interior del 18, del 16 que llega inmediatamente después desciende María Medio, rumbo a su puesto de trabajo… Y de la misma opinión que Tascón, pues, si bien «entiendo que a alguien con la movilidad tocada le pueda dar un poco más de ‘cosa’ cruzar el carril bici para llegar al bus, lo veo muy cogido con pinzas». Términos semejantes a aquellos en los que se pronuncia el veterano Marcelino Ponce. «Voy para 77 años, y no tengo ningún miedo. La gente no va como loca por aquí. No va a pasar nada«.
De todos modos, la situación de la parada no es el único defecto que se puso sobre el tapete poco antes del inicio de la construcción, hace ya más de un mes y medio. Otro foco de disconformidad con el carril bici de Sanz Crespo, esta vez esgrimido por el Observatorio Xixonés de Movilidad (OXM), fue su operatividad… O falta de la misma. Y es que, a su juicio, el que el equipamiento carezca de conexiones con otros similares lo transforma en poco menos que «un palo largo, una recta que une el punto ‘A’ con el punto ‘B’, sin entradas adecuadas». Ainara Ortega, que recurre a las bicicletas de alquiler del servicio Gijón Bici diariamente, sí que ha reparado en ese detalle, si bien procura quitarle hierro. «Vale, no es bonito pensar en que el carril se te acaba, y vas a tener que o ir por la carretera, o subirte a la acera y seguir a pie, pero, oye… ¡Es mejor que nada!«. En su caso, desde que se completasen las obras sólo ha transitado por el de Sanz Crespo una vez, y la impresión fue favorable. «Es muy llano, bastante espacioso, con visibilidad perfecta… Si llegan a ‘enchufarlo’ con otros en el futuro, genial, pero, mientras tanto, tiene un pase… O varios«.
Aunque el grueso de los testimonios anteriores fueron expresados en los días previos a este viernes, no fue hasta el mediodía de ayer cuando el concejal de Infraestructuras Urbanas y Rurales, Gilberto Villoria, inauguró de manera oficial el carril bici. El lugar elegido para ello fue, precisamente, el punto en que se halla la parada 704, desde el que el edil de Foro enfatizó el valor del equipamiento a la hora de «permitir a los ciclistas llegar de forma segura desde el centro de la ciudad hasta la estación de ferrocarril«, conectando en ese último punto con su homólogo procedente del oeste, que ‘corta’ en barrio de Moreda. Villoria, incluso, puso el foco en lo que desde el Ejecutivo municipal entienden como una segunda derivada positiva: la pacificación del tráfico de vehículos a motor en Sanz Crespo. Al fin y al cabo, el tendido del carril bici requirió disminuir la anchura de la carretera (aparte de la supresión de dieciocho plazas de aparcamiento en el tramo frente al ‘solarón’), lo que, a juicio del concejal, hace menos atractivo a los conductores circular a altas velocidades.
Para el ciclista Cecilio Hermoso tales valores, tanto los esgrimidos desde el Ayuntamiento como los señalados por sus compañeros usuarios, son ciertos y favorables, aunque, considera, no deberían llevar a la conformidad. «Sigue habiendo mucho por hacer; en esta ciudad seguimos con ese problema de hacer carriles bici sueltos, mal ligados entre sí, así que esto está bien, pero tampoco saquemos pecho«, analiza. Porque este enamorado de las dos ruedas sin motor, para el que la bicicleta es tanto un medio de transporte como un objeto de disfrute desde «ni me acuerdo, pero treinta años, fácilmente», sí piensa que Gijón podría aspirar a más. «Si se le ponen ganas y se invierte un poquito más de dinero, aunque no venda de Europa, podríamos convertirnos en un referente para el cicloturismo. Es la moda, y cada vez lo va a ser más. Aprovechemos esa oportunidad. Todos ganaríamos…».